Mientras bajaba
los Diálogos de Platón, me llamó la atención un librito algo desvencijado, con
el lomo, que debió ser rojo, ya deslucido y de un rosa pálido tirando a beige
claro, y un par de palabras bajo un nombre casi ilegible: era El Diablo, de
Giovanni Papini. Lo tomé –no del todo incongruente, descansaba a media altura
al lado de uno color azul, viejo y desvaído también: La Dolce Vita, de Lo Duca,
el guión del filme homónimo de Fellini. Lo hojié (disculpen que sea coloquial
pero hablo conmigo mismo: no voy a decirme lo hojeé), y me detuve en la fecha
de edición y en la Editorial: Emecé Editores, Buenos, Aires, 1954, y en el
precio que aún aparece arriba, en borroso trazo a lápiz: 5.oo (pesos
colombianos de la época, que si no recuerdo mal equivalían a us$2,oo). Esto en
la falsa caratulilla, página derecha. Después de la primera caratulilla y sin
numeración de página: ADVERTENCIA DE LA EDITORIAL. Así, en altas.
Emecé,
responsablemente, anunciaba la edición en español de una obra que hacía poco
circulara en Italia con el nombre, obvio, de Il Diabolo… Pero advertía a los
lectores argentinos y latinoamericanos que, ante el revuelo que había suscitado
en la católica Italia y que, seguramente, se repetiría en la patria adoptiva de
los migrantes peninsulares, la Editorial –copio porque no tiene desperdicio
esta ADVERTENCIA–: «… desea, por razones obvias, mantenerse ajena a toda
discusión o controversia. Se limita a transcribir los párrafos siguientes del
artículo aparecido con el título “Una condena superflua”, en el num. 119 de
L’Osservatore Romano, edición semanal en lengua castellana, que dice así:
"Sabido es
que, conforme al can. 1993, un libro lleno de errores explícitos, es más,
descarados y clamorosos, como éste de Papini, es ipso iure prohibitus. El magisterio de la Iglesia interviene solamente
en el caso de engaños muy graves, que van contra la buena fe de los fieles; en
el caso de los libros que tienen una importancia doctrinal. El magisterio de la
Iglesia, aun siendo cosa más bien sencilla, es, sin embargo, una cosa seria. No
se comprende qué debía hacer la Iglesia con semejante libro entre las manos. Es
de lamentar que al viejo escritor toscano le haya ocurrido aventura semejante,
pero en todo caso es en daño, a lo más, de su catolicismo, no del
catolicismo".».
Como ven, el
asunto es serio aunque no sea serio para decirlo con el autor del artículo del
Osservatore. Tan serio que el autor vivía –aunque lo trata de viejo, así como
al desgaire– y, católico como era, se atrevió a escribir un libro que compré
por cinco pesos en 1955, a los 13 años…
¡Válgame dios! Ahora entiendo que haya terminado abruptamente mi corto
período de monaguillo, y que a los 16, tras indigestarme filosóficamente con el
Zarathustra de Nietzsche, haya iniciado una temprana carrera de ateo que
todavía no termina…
El librito,
algo desvencijado como ya dije, tiene 312 páginas en papel tosco, amarillento,
y exhibe unos bordes sin refile que denuncian el desprolijo corte de los
pliegos con la tijera de la abuela, si es que no fue con un cuchillo de la
cocina. Recuerdo que ella me miró cuando lo cortaba y, al ver el título, una
sonrisa maliciosa le atravesó la cara: “Que no lo vea tu madre”, me dijo con
susurro cómplice. Creo que lo voy a releer… He olvidado casi todo el argumento.
Sólo recuerdo que Papini, católico como dije que era, decidió que el Diablo
debería tener perdón, lo perdonó, y se parrandeó con ello el edificio de terror
que la Santa Madre había construido a lo largo de 1954 años…
Con razón casi
lo excomulgan… ¡Este Papini! Hay que releerlo…
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