El Campeonato
Mundial de Fútbol que se juega cada cuatro años desde 1930, con excepción de
los doce que van de Francia 1938 a Brasil 1950, ha estado circuido de
tragedias, hechos luctuosos, manipulaciones políticas y situaciones anómalas de
variopinta índole, que han dejado manchas en su desarrollo y en su historia.
Son varios los ejemplos, y en ellos ha sido omnipresente y fétida la FIFA, esa
Multinacional del Negocio del Futbol que poco y nada ha hecho por los
protagonistas del bello deporte, los jugadores, fichas movibles y manejables de
ese dominó mercantil.
En el Mundial
Italia 1934, Mussolini manejó los hilos con la complicidad callada pero
efectiva del capitoste de la FIFA, el francés Jules Rimet, quien reinaría de
1921 a 1954. Le tocó el cierre de ojos ante las amenazas del Duce a sus
jugadores, y las presiones nada sutiles sobre los checos, los mejores del
certamen con la España del Divino Zamora y la Austria del Mozart del Fútbol,
Mathías Sindelar, y ante la ausente “presencia” de una Argentina que llevó un
equipito de suplentes. A españoles y austríacos los masacraron los tanos en la
primera fase con la ayuda de 4 latinos, entre ellos Luis Monti, impenitente dador
de coces. En la final, las víctimas fueron los checos. E Italia fue el segundo
campeón.
En el Mundial
Alemania 1954, el sacrificado ante la ceguera de Rimet fue Hungría, uno de los
mejores cuadros que hayan pisado una cancha de fútbol, que despachó con goleada
al inicio a la Alemania Federal, y luego cayera ante la misma 3 por 2 en una
final que todavía nadie se explica. Tal vez Monsieur Rimet tenga la respuesta
pero ya no está con nosotros para preguntarle.
Lo de 1978 y
la victoria argentina, merecida, también tuvo su leyenda negra, a buena cuenta
del Dictador Jorge Videla, quien hizo una amistosa visita de cortesía al equipo
peruano antes del partido contra Argentina, que definiría entre gauchos y
cariocas el paso a las finales. La FIFA, de nuevo, se hizo la ciega y la sorda,
aunque el Jefe ya era, curiosamente, el brasileño Joäo Havelange, quien durante
24 años, hasta 1998, convirtió a la benemérita institución en una fiel copia de
la Cosa Nostra, con la ayuda de su asesor de imagen, el inefable Pelé.
Y
ahora, en manos del suizo Joseph Blatter, “ciudadano por sobre toda sospecha”
como diría el autor de un librito casi homónimo, Jean Ziegler, la Multinacional
del redondo negocio se prepara para ejercer durante 32 días el control del
Mundial 2014, además de la Presidencia del Brasil, a fin de que los 4 mil
millones de dólares que esperan recibir a cuenta del astronómico costo de las
entradas, de los exorbitantes derechos de trasmisión televisiva y de la
exoneración de impuestos a los auspiciantes Coca-Cola, McDonalds, Budweiser,
Hyunday, etc., entren directo a las arcas de la FIFA.
Coletilla:
Ella es la beneficiaria del enorme negocio, con el sudor de los que se juegan
el físico en la cancha, los jugadores. Y entre las penurias del pueblo
brasileño. Lo de menos para Blatter, Pelé y sus amiguetes, que se ubican en el
Palco Principal. Pues en este tinglado sólo hay un inocente: la más hermosa,
lúdica y noble actividad humana, después del sexo: el fútbol.
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