domingo, 7 de septiembre de 2014

Periodistas al Poder…

Encontré este texto perdido en los vericuetos de la Red. Lo comparto a pedido casi general.

WEB–HADAS
El periodismo al Poder…
Por Mr. Web Hazo

Y ya que estamos, como se dice en la Junta de Beneficencia y en el Club de la Unión –¿son los mismos? No estoy seguro…–, el resto de presentadores que les quedan a los canales de teve y de periodistas de los diarios principales (que son tres… bueno, cuatro. No, tres de nuevo.), deberían conformar un nuevo Partido Político y hacerle oposición, de frente y sin disfrazarse de independientes, a Rafael Correa para ver si logran detener los otros 4 años de Revolución Ciudadana que se avecinan, y volvemos a los en mala hora interrumpidos doscientos años de gobierno familiar, que ya estamos extrañando todos.
Muertos pacíficamente y en sus camitas los partidos políticos, es hora de refrescar la sangre como en las dehesas de toros bravos. Hacen falta arrestos, claro. Pero ha de haber alguien con la valentía de Hurtado para medírsele a las elecciones sabiendo que ni la familia vota por él. Y alguno ha de tener la enciclopédica información política de Borja y el caché de no bajar los ojos para consultar documentos ante ningún encuestador o rival político. Para no hablar del Sixto, que no tiene émulos a la vista. Ninguno tiene problemas de vértebras ni sufre de nietos vivos ni de túneles carpianos.
No menciono a los periodistas que mucho antes, en las épocas de gobiernos familiares, se evadieron del periodismo y se fueron al gobierno del enciclopedista Borja o de Tropezón Gutiérrez o del honesto Buca-rat, porque de ellos sólo uno sobrevive. Los han buscado pero no hay la menor señal. Tampoco se recuerda ya a J. Reece, emigrado al Canadá pero ya de regreso de absoluto incógnito. Ya ni por el Pobre Diablo se le ve.
Pero el futuro es promisorio. Por ejemplo, podría lanzarse de asambleísta por el Nuevo Nebotismo que reemplazará a Madera de Guerrero, un tanto carcomida por la polilla pese a la belleza inmarchitable de la Cynthia, el “Poeta de la esférica”, el inefable Robert de Bon a Font. ¿Se imaginan las cámaras tratando de alcanzar la ceja derecha que se le sube involuntariamente como si tuviera su Parkinson particular? ¿O a los traductores del Oscar tratando de desentrañar la jerigonza de sus ponencias a favor del libre ejercicio del periodismo deportivo, incluso por los analfabetos o por los “cultos” lectores de un libro… de autoayuda? Eso sería más difícil que traducir al inglés de Oxford el español de Puerto Rico. Ni Enrique Ayala podría. Aunque, perdón, el de la ceja ya no es Nebotista… Se ha pasado con todo y cejas a AP… ¿Cómo se lo aguantan? ¿Estarán vacunados contra la diarrea verbal?
Pero hay otros candidatos a políticos que se mueren de las ganas pero no se atreven tal vez porque comprometerían sus reconocidas y evidentes independencia, imparcialidad y objetividad, y perderían un buen sueldo seguro por las fantasías del poder. Es una pena, entonces, que no se anime el analista internacional Jorginho. A lo mejor la gente lo vota. O lo bota. Pero se le adelantó antes el Vera y ahora de nuevo el Vera, y tal vez no dé la talla. Le lleva ventaja… No mucha pero ventaja. O que no se le mida a las elecciones don Rosero, que con su facilidad de palabra y poder de síntesis, haría las delicias del electorado… Ni don Alfonso, el respetado miembro del Clan Senecto… perdón, selecto, que daría seco y sopa en credibilidad acumulada. O don Diego, el de la aguda visión, que si desde las ondas se da mañas para interpretar y aconsejar, que diremos desde los balcones de Carondelet…
Para no mencionar don Pino de Argoti, cuya presencia física es casi igual a su imparcialidad: excesiva.
Podrían lanzarse también los periodistas de izquierda que tenía el HOY cuando mandaba el héroe con busto (¿cabeza no más?) del Malecón, pero recientes investigaciones arqueológicas han demostrado que sus neuronas no tenían lado izquierdo sino lado antifebres. Y que en realidad sólo tenían lado derecho. Y así no se vale. Se trata de cambiar…

¡Qué cosa! Futuro malo veo, como diría Yoda. Ni por quien votar… Tal vez Alvarito… Plata hay para el enésimo intento. Pero, ¿y las neuronas?

miércoles, 3 de septiembre de 2014

La ciencia tras el soplo divino

Hace poco más de dos años, cuando esperábamos el fin del mundo que los malos lectores de los viejos y sabios libros habían "adivinado" para fines del 2012 por cuenta de las Profecías Mayas, que nunca dijeron eso que se dice que decía, escribí este texto. Si tienen paciencia, tal vez les interese un ínfimo acercamiento los misterios del Universo, que son más interesantes que los de tejas para arriba.



Propuestas nuevas, intuiciones viejas
En 1964, mientras caminaba por las colinas de Escocia en ejercicio del infra valorado ocio creativo, el físico inglés Peter Higgs (1929) intuyó una partícula subatómica que explicaría por qué las invisibles partes del Átomo tienen masa, y cómo esa masa interactúa con la energía. De paso, podría dilucidar desde la Ciencia el origen del Universo. Pero ello fue apenas el último párrafo de la penúltima página de la historia que hoy se escribe bajo tierra en la frontera franco suiza, historia que comienza tres mil cuatrocientos años atrás, y sigue sin final. Por ahora.
En el Siglo XIV a.C., un pensador fenicio llamado Mosco de Sidón, formuló la posibilidad de una parte fundamental, indetectable a simple vista, de la materia existente y visible en el Universo. La llamó Corpúsculo y postuló que era indivisible.
Sin noticias de ello, ochocientos años después, S. VI a.C., a un filósofo hindú se le ocurrió, mientras ingería un alimento partiéndolo en pedazos cada vez más pequeños, que la materia, como su comida, podría componerse de diminutas e invisibles partes que, unidas, conformarían todos los objetos visibles. Las llamó Kana, que en sánscrito significa grano de polvo, chispa de fuego o gota de agua. Sus vecinos le agregaron el sufijo ada, comer, y lo apodaron Kanada: el que come partículas. Aunque en realidad se llamaba Úluka Muni, natural de Prabhas Kshetra, Provincia de Guyarat, en la costa noroeste de la India, fronteriza con Pakistán y a orillas del Mar de Arabia, dato para viajeros curiosos. Por cierto, Kanada se adelantó tres milenios a Newton al intuir y sugerir que las cosas caen debido a su peso, sencilla pero exacta manera de inferir la Ley de la Gravedad.
Y, quizá sin saber de los anteriores, en el Siglo V aC. dos filósofos griegos, Demócrito de Abdera y Leucipo de Mileto (o de Abdera, de Melos, de Clazomene o de Elea, que con los presocráticos nunca se sabe), concordaron con sus predecesores fenicio e hindú, y llamaron a esa partícula Átomo, que significa sin partes. O sea, indivisible. Y por contera, invisible.
Entre las intuiciones de Mosco de Sidón y Úluka Muni, la postulación de Leucipo y Demócrito y la partícula elemental prefigurada por Higgs, llamada apresuradamente “La Partícula de Dios”, han transcurrido tres mil años de pensamiento racional y casi cuatrocientos de investigación científica.
Esta crónica, que no es biográfica ni histórica ni científica pero participa de tales ambiciones, pretende informar al lector corriente, curioso mas no especialista, sobre los distintos caminos y los avizores y meditadores lazarillos que nos han traído, desde la primigenia intuición atomista, hasta la novísima postulación de una partícula que explique el origen y la razón de ser del Universo. Y, tal vez, su futuro… si en ese futuro no nos interponemos nosotros, más destructivos que cualquier exo planeta Nibiru… Cuerpo celeste cuya órbita, al parecer elíptica, extensa y peligrosa, podría ser motivo de otra crónica, esta vez futurista.

Y primero fue el principio…
         Ni en la precisa Enciclopedia Británica, ni en las no menos exactas Espasa y Salvat, ni en los diccionarios especializados en Historia, Ciencia y Filosofía de diferentes editoriales, aparecen los nombres de aquellos remotos pensadores, fenicio e hindú, que vivieron muchos años antes de que empezáramos a dividir eras, a sumar milenios y centurias, a contar años.
No obstante, la oceánica red Internet, que tanto guarda tesoros invaluables cuanto basura cibernética, y a la que se debe entrar provistos de filtros adecuados, sí los nombra pero se cuida al sugerir que la existencia del primero es legendaria, quizás mitológica. Se supone que se llamó Mosco de Sidón, y que habría vivido antes de la Guerra de Troya en la antigua Fenicia, hoy Líbano, en la orilla oriental del Mediterráneo. Sin embargo, el filósofo, historiador y geógrafo griego Estrabón de Ponto y el médico y filósofo Sexto Empírico, Siglos I y III de nuestra era, respectivamente, afirman su historicidad y le atribuyen el primer pensamiento atomista en los anales de la humanidad. Del segundo hay noticias en textos hindúes: Tercer canto del Bhagavata–purana, del Siglo X e.C. Pero el enciclopedismo eurocentrista no lo menciona.
         En los siglos posteriores, otros pensadores, recuperados hace poco por el filósofo francés Michel Onfray en su Contrahistoria de la Filosofía, se ocuparon del átomo como componente del Universo, a partir de la visión materialista de Leucipo y Demócrito. Pero su pensamiento fue oscurecido, cuando no eliminado, por el platonismo idealista primero, y la Patrística y la Escolástica después, tan alejadas de la ciencia como cercanas al mito religioso del Creacionismo.
Sin embargo, ninguno de aquellos filósofos y pensadores imaginaron que esa invisible partícula, cuya existencia no tuvieron manera de probar sino apenas de intuir (aunque es posible que algún ufólogo diga que fueron informados de ella por los extraterrestres), podría estar a su vez compuesta de varios elementos.
         El escaso avance de la ciencia (aparte de matemáticas y geometría, ciencias exactas pero imparciales, por lo ajenas, a mitos y divinidades), desde el Siglo III en adelante y durante casi un milenio, poco hizo por la investigación de los fenómenos físicos y la composición del Universo. Finido el silencio teológico de la Edad Media y devenidos Humanismo y Renacimiento, la Ciencia recuperó algo de los terrenos perdidos desde los pensadores griegos y la Cultura Clásica, y entró en una fase de curiosidad y experimentación que hicieron posibles el antropocentrismo en lugar del teocentrismo, y la investigación científica como remplazo del dogmatismo medioeval.
         Pero el Átomo seguía siendo invisible e indivisible. Ni siquiera el químico y matemático inglés John Dalton, creador del primer modelo atómico a comienzos del Siglo XIX, logró inferir de sus investigaciones que el átomo contenía otros elementos. (Curiosamente, Dalton no podía comprobar sus teorías porque en el laboratorio confundía los frascos de substancias al no distinguir sus colores: era daltónico, defecto visual cuyo nombre viene de ese su lejano paciente). Y hubo que esperar hasta fines del mismo siglo para que el británico Joseph John Thomson percibiera experimentalmente la primera de las partículas atómicas: el electrón.
El electrón, en el modelo de Thompson, era una nube de partículas negativas que giraban en torno a un átomo positivo, moviéndose todo el conjunto en una especie de esfera. Pero a comienzos del S. XX, el neozelandés Ernest Rutherford y el danés Niels Böhr, propusieron un modelo diferente: el átomo está compuesto de un núcleo positivo provisto de protones, y una corteza de electrones de carga negativa que orbitan en torno. Más adelante se demostró que la masa del núcleo de los átomos era superior a la masa de sus protones, de modo que ahí dentro había algo más: neutrones. Las partículas elementales de la materia eran, entonces, Protones, Neutrones y Electrones. El Modelo Bohr/Rutherford remplazaba de esa manera el Modelo de Thomson, y complementaba las remotas intuiciones de Mosco de Sidón, Kanada, Leucipo y Demócrito.
         El Modelo Atómico de Bohr/Rutherford se consolidó como la explicación más útil y comprensible acerca de la naturaleza del átomo. Gráficamente, el Modelo se asemeja al Sistema Solar: un núcleo central (el sol) rodeado de electrones (planetas, lunas, asteroides, cometas, meteoritos y, quizás, exo planetas apenas intuidos) y compuesto en su interior por múltiples elementos, de los cuales apenas dos, Protones y Neutrones, eran conocidos experimentalmente. Todo ello equilibrado por una ley fundamental del Universo: La Ley de la Gravedad.

Y llegamos… a la mitad del camino
         Pero entonces, comienzos del S. XX, era apenas la mitad del recorrido, en términos de conocimiento, no de tiempo, pues que ya habían transcurrido 3.300 años desde la primigenia elucubración. Y el átomo tenía preparadas algunas sorpresas para el Siglo XX, que ya iniciaba su acelerado periplo de avances científicos. Pero se requeriría del aporte de teorías que ayudaran en la observación científica y en la formulación de hipótesis: la Teoría de la Relatividad y el fenómeno del Efecto fotoeléctrico, postulados por Albert Einstein; la Mecánica Cuántica o Teoría de la Cuantización de la Energía, propuesta por Max Plank; y la Teoría de Cuerdas imaginada por Jöel Scherk y John Schwarz.
Sería excesivo mencionar a todos los científicos e investigadores que aportaron curiosidad y conocimientos a la comprensión de la naturaleza del átomo, que es como decir la del Universo. Bástenos con nombrar a los principales. En todo caso, gracias a todos ellos se supo que aquel indivisible Átomo era divisible, y contenía en su interior otros elementos a los que poco a poco se fue identificando como Partículas Subatómicas. Pero no se detiene allí la composición del átomo ni la del Universo, pues otras partículas acuden en cascada, no solo a completar materia y energía (al menos la parte observable porque el resto es Materia y Energía Oscuras, y de ello poco y nada sabemos aún), sino a complicarles la vida a los estudiantes de Física.
Por otra parte, los rayos cósmicos que bombardean todo el tiempo al planeta Tierra y a sus desprevenidos habitantes, sin que nos percatemos de ello, chocan con los átomos y con las partículas subatómicas, y producen otras que tienen una vida efímera de milésimas de segundos. Y, por tanto, son invisibles. O casi, porque aquí llegamos a los inventos que han hecho posible detectar lo indetectable y acercarnos al origen, razón, o principio básico del Universo, ese instante inicial que siguió al estrepitoso big bang ocurrido hace casi catorce mil millones de años.

Dos máquinas en busca del principio
El camino se abría en múltiples y variados senderos. Pero recorrerlos requería de la moderna tecnología y de dos artilugios producto del intelecto humano: El Acelerador de Partículas y, sobre todo, el Gran Colisionador de Hadrones (partículas elementales o compuestas), LHC por sus siglas en inglés: el artefacto que permitiera buscar entre los intersticios de la materia, la partícula Primordial que ligara masa y energía: el bíblico soplo divino.
         Los aceleradores de partículas son aparatos que, a partir del electromagnetismo y como su nombre lo indica, pueden mover en el vacío partículas subatómicas y acelerarlas hasta que alcancen altísimas velocidades, choquen entre sí y produzcan otras partículas que duran milésimas de segundo y serían indetectables de no ser por la energía producida en el choque. Tales aparatos realizan artificialmente lo que ya vimos que la naturaleza hace por sí misma a toda hora: bombardearnos con rayos cósmicos. Neutrinos que llaman.
         Para simplificar, son aceleradores de partículas los bulbos de rayos catódicos de los televisores y los computadores antiguos.
         Para efectos de esta crónica, los Aceleradores, que pueden ser lineales o circulares, persiguen detectar partículas subatómicas hipotéticas o apenas intuidas, y cuya existencia podría completar un nuevo modelo atómico, además de contribuir al conocimiento de los orígenes y funcionamiento del Universo, la Materia y la Energía.
Las implicaciones científicas, tecnológicas e incluso filosóficas y religiosas que de ello se derivan, justifican los altísimos costos de su construcción, instalación y utilización.

El hombre, y la partícula primigenia…
         Peter Higgs, nacido en Newcastle en 1929, es un hombre tímido, nada proclive a los reconocimientos públicos ni a los honores que dispensa la fama. Hasta se sonroja cuando alguien menciona en su presencia el Bosón de Higgs, por cuya postulación es altamente reconocido hoy en la Comunidad Científica Internacional. Y acaba de ganar el Premio Noel de Física en compañía de otros investigadores vinculados al experimento.
         Durante su educación secundaria, aunque estudiante aprovechado en varias disciplinas, no descollaba precisamente en Física. Hasta cuando supo del Premio Nobel de Física Paul Dirac y sus trabajos, y se interesó en los problemas de la Física Teórica. Ingresó al King’s College, de Londres, donde se graduó con honores en 1950.
Higgs y algunos otros científicos trabajaban hacia 1964 en un modelo teórico denominado Mecanismo de Higgs, que podría aportar una prueba experimental del funcionamiento del Modelo Estándar de la Física de Partículas, que pretende explicar el origen del Universo desde la Ciencia. Pero faltaba una pieza, una partícula subatómica neutra que completara el modelo y le diera consistencia para ser tomado en cuenta por la Comunidad Científica, como explicación del origen del Universo. Que es el siguiente, según observaciones y experimentos científicos:
Antes del Principio, energía y materia estaban condensadas, sometidas a presión inimaginable, y esa condensación había llegado al límite: no podía ir más allá. Entonces, hace trece mil seiscientos millones de años, explotó en lo que la ciencia ha dado en llamar La Gran Explosión, el Big Bang. Al explotar, materia y energía iniciaron su viaje independiente pero estrechamente relacionado, por el vacío (¿?) y por la historia, un treinta y tres millonésimo de segundo después de la explosión.
Por aquellos años Higgs envió un artículo a una revista científica londinense acerca de sus meditaciones escocesas, pero el artículo fue rechazado. Molesto, dijo que no lo habían entendido, lo complementó con nuevas observaciones y lo envió a la Physical Review Letters, de los EE UU, donde fue publicado. En él sugería la existencia de una partícula subatómica elemental, necesaria para interpretar lo que había ocurrido en ese instante posterior al Big Bang, y que completaría el Modelo Estándar de la Física de Partículas. A la partícula se la llamó Bosón de Higgs, y su postulación le dio reconocimiento internacional. Al que no acaba de acostumbrarse.
Pero el Bosón de Higgs es hipotético. Su existencia es una predicción que se ajusta al modelo estándar, pero no ha sido detectado experimentalmente. Sin embargo, los datos empíricos reunidos dan cuenta de que es justo la pieza que falta para completar el modelo. Incluso se le ha asignado la región en donde podría actuar dentro del Campo de Higgs, así como un valor de masa, con la aclaración de que los datos son todavía (a fines del 2011) insuficientes para comprobar su existencia real. Y es aquí donde entra en juego El Gran Colisionador de Hadrones de Ginebra (LHC).

La Máquina de Dios…
El LHC es el mayor y más importante acelerador de partículas, por los resultados experimentales previstos, así como la construcción científica más grande e importante de la historia humana. Fue construido cerca de la ciudad de Ginebra, en la frontera franco/suiza, bajo administración del Centro Europeo de Investigación Nuclear, con la participación de más de 50 países y centenares de universidades del mundo. Sus costos de construcción se sitúan alrededor de los seis mil millones de euros, unos ocho mil millones de dólares. Y el Presupuesto asignado para veinte años de trabajo, ronda los catorce mil millones de Euros. Trabajan allí más de 2.000 científicos y su propósito principal, por ahora, es detectar experimentalmente, y aislar, el Bosón de Higgs.
El LHC es un conducto circular de 27 kilómetros de longitud, ubicado a 160 metros bajo tierra. La unidad principal, allí donde se aloja el motor que da impulso a las partículas, tiene una altura de 6 pisos. Tardó 14 años en construirse y fue puesto en funcionamiento en 2008, pero una falla en el enfriamiento lo detuvo hasta noviembre de 2009, cuando se puso de nuevo en marcha. Un año más tarde, en noviembre de 2010, el Acelerador produjo los primeros resultados.
En su interior, una especie de cañón dispara e impulsa, en ambas direcciones del círculo, haces de Protones a velocidades cercanas a la de la luz (300 mil kilómetros por segundo), que chocan entre sí produciendo las nuevas partículas previstas por los científicos. Esas partículas son observadas por 3 detectores a lo largo del recorrido, unidos a cientos de computadoras “rigurosamente vigiladas”. Una de esas partículas es el Bosón de Higgs, cuya existencia es necesaria para explicar por qué, en el primigenio big bang, una partícula neutra pudo establecer las relaciones necesarias entre masa y energía para que se diera inicio al Universo.
En síntesis, el LHC promueve diminutos bigs bangs semejantes al original, y reproducen lo sucedido en la fracción de tiempo, una treinta y tres millonésima de segundo, que siguió a la gran explosión y dio origen a la Materia y a la Energía, o sea al Cosmos, al Universo actual. Para que el viaje de las partículas sea posible, el interior del LHC se enfría con Helio a 2 grados por encima del cero absoluto, o sea a 271,15 grados centígrados bajo cero.
         Es por todo lo que implica la existencia del Bosón de Higgs que, cuando fue predicho por el caminante inglés, el Premio Nobel de Física de 1988, León Lederman, lo llamó la “Partícula de Dios”, por imposición de su Editor, en el título de un libro de divulgación científica. El nombre no le agradó mucho a Higgs.
         Por su vinculación con el Bosón de Higgs, pues su construcción casi se debe a posibilitar el hallazgo de dicha partícula, el Gran Colisionador de Hadrones del Centro Europeo de Investigación Nuclear, ha sido llamada la “Máquina de Dios”. Los eventos que se llevaron a cabo en marzo del 2012 este, dos meses después de escribir esta crónica, parecerían apuntar a la existencia real de la evasiva y teórica partícula. Y a la justificación del artefacto.

Conclusiones
         ¿Estamos ante el descubrimiento de la partícula elemental de la materia, la que explique el origen del Universo y de todo cuanto existe, o sea el primer soplo de la divinidad en términos de fe? Pudimos haberlo sabido en el curso del 2012, según preveían los científicos del Centro Europeo de Energía Nuclear. Pero no pudo ser totalmente aunque la partícula fue detectada en su choque con otra, pero no es visible aún. No duró lo suficiente como para percibirla.

Por fortuna seguimos aquí para seguir investigando, pues el también hipotético exo Planeta Nibiru, prefigurado por la Mitología Sumeria hace 3.600 años, que se atravesaría en la órbita terrestre a fines de 2012 según los arúspices de costurero que malinterpretaron las profecías mayas, no lo hizo y seguimos con la duda de si somos materia terrestre vulgar y evolucionada, polvo de estrellas, como decía Carl Sagan. O aliento de Dios…