domingo, 20 de abril de 2014

A 20 años de la muerte de Cantinflas

A los veinte años de la muerte de Cantinflas comparto esta crónica que escribí para la Revista Diners a los 100 años de su nacimiento.

 CRÓNICAS EFÍMERAS
El “Detalle” fue hace cien años
Por Hannibal Lecter

 ¡Ahí está el detalle señor juez!, que no es ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario. 
Cantinflas. 
Ahí está el detalle (1940). 

Introducción pueblerina

Lo que me asombró de Cantinflas cuando tenía, hace mucho, diez años, y lo vi por primera vez en el filme A volar joven en la pantalla del viejo Teatro del pueblo que alegró mi niñez, era que no se le caían los calzones. También recuerdo que, al salir, me dolía la barriga. No lo había sentido porque estuve durante hora y media muy ocupado construyendo el dolor a fuerza de reír, y sin darme cuenta. Pero al salir me dolía. Así que fui a la tienda, compré una Kolcana que me costó diez centavos (antes de que al pueblo llegara, invasora e imparable, Coca Cola), me la tomé, me fui a jugar trompo… y se me quitó el dolor. Pero me seguía preguntando: ¿Por qué no se le caen los calzones?

 Como las películas se presentaban un día y desaparecían hacia otro pueblo, tuve que esperar hasta las vacaciones, cinco eternos meses, para averiguarlo. La siguiente fue Si yo fuera diputado, o tal vez Ahí está el detalle. En todo caso, observé que Cantinflas sostenía los calzones con una cuerda de esparto casi invisible. Me desilusioné un poco porque yo quería creer que era parte de la magia del cine, que por lo demás (para mí no existían los trucos cinematográficos) era como la vida real: si sus palabras se sostenían a pesar del desparrame incomprensible, ¿por qué no iban a sostenerse sus calzones? En fin. Me resigné. Con cuerda o sin cuerda esos calzones a media nalga se bamboleaban como sus caderas (no decíamos caderas sino culo, y perdonen) al caminar a lo Cantinflas, y era divertido. (Hoy, cuando miro a los adolescentes con los calzones caídos, ya no me da risa sino pena: se ven copiones y ridículos).

Algunos años después, cuando el cine ya no fue entretenimiento sino afición, entendí que Cantinflas, Don Mario Moreno, era mucho más que un calzonetas de verborrea incomprensible pero, incomprensiblemente, graciosa… e intencionada. Y es de eso de lo que trata esta crónica por los cien años de su nacimiento.

Vidas paralelas… o casi
Del Charlot mexicano, Frontino Mario Alfonso Moreno Reyes, “Cantinflas”, dijo alguna vez el gran Charles Chaplin que era “el mejor cómico del mundo”. Ditirambo o reconocimiento del genial artista hacia su par latinoamericano, es irrelevante. Cantinflas es, sin duda, el mayor cómico del cine de este lado del Atlántico. Al menos del que se filma en español, y mientras no aparezca otro que lo iguale o lo supere. Y si en rigor cinematográfico no iguala a Charles Chaplin, a quien Borges llamara el “genio mayor del cinematógrafo” (aunque, como actor, prefería a Buster Keaton), Cantinflas no le va, actoralmente, a la zaga. Ambos crearon personajes inolvidables y eternos en la pantalla grande, que reproducen cual arquetipos al común de los mortales. En el lenguaje del cine, Carlitos y Cantinflas bien pueden ser, a la vez, el equivalente de don Quijote y Sancho en la Literatura: a los cuatro les importaba la gente, la humanidad; y por ella corrían unos sus aventuras por los campos de Montiel, y otros las suyas por los caminos del celuloide.

El paralelo entre los dos artistas excede el calendario. Charles Chaplin, nacido el 16 de abril de 1899, es anterior en 22 años a Mario Moreno, quien tuvo el “detalle” de nacer el 12 de agosto de 1911, hace un siglo. A partir de allí, la vida de los dos artistas y el metódico azar, establecen las semejanzas que la historia registra. Ambos procedían de hogares humildes: Chaplin, de padres ligados al teatro y a la actuación, aunque el padre, alcohólico, murió de cirrosis cuando Carlitos tenía doce años, y ya los había abandonado cuando apenas contaba con tres; la madre tuvo que ejercer de costurera en las temporadas difíciles, y Chaplin debió residir en hospicios durante las crisis de su madre en sanatorios para enfermos mentales. Cantinflas, hijo del cartero Pedro Moreno Esquivel y de Soledad Reyes, ama de casa y madre de 12 hijos, cuatro de los cuales murieron al nacer, tuvo mejor suerte familiar pero creció también en medio de la pobreza y de la lucha por la vida en el barrio bravo de Tepito, en la ciudad de México.

Ambos comediantes tuvieron que ejercer otros oficios para sobrevivir: Chaplin como bailarín y cantante en cafeterías de mala muerte y en Music Halls de los suburbios londinenses; Mario Moreno como boxeador efímero (hizo una pelea y lo noquearon en el primer asalto), zapatero, limpiabotas, cartero, taxista, torero y cómico de carpas ambulantes, hasta falsificó la edad para entrar al Ejército a los 16 años aduciendo 21, pero de allí lo sacó el padre comprobando su verdadera edad.

Ambos ligados al circo, produjeron un filme sobre su experiencia bajo las carpas, El Circo: el de Chaplin en 1928, el de Cantinflas en 1942 como un homenaje al genial inglés. Ambos crearon personajes inolvidables, Charlot y Cantinflas, y ambos los dejaron atrás cuando consideraron que ya no sintonizaban con la nueva realidad del cine ni del mundo. Sin embargo, la historia los recuerda, justamente, por sus arquetipos. Los dos fundaron su propia productora cinematográfica y trabajaron, Cantinflas unas pocas veces por la barrera del idioma, Chaplin algunas más, aunque de allí lo arrancó la intolerancia política del Macartismo, en el cine de Hollywood. Ambos, en fin, productores directores, guionistas, actores y escritores, coparon todos los espacios del arte cinematográfico, excepto, quizás, el de camarógrafos.

También la filmografía de los dos artistas tiene semejanzas: críticos de la realidad política del momento, Chaplin ironizó acerca de Hitler, Franco y Mussolini (El Gran Dictador) y denunció las pésimas condiciones de trabajo de los obreros (Tiempos Modernos), los excesos del capitalismo (Monsieur Verdoux), y el macartismo y la persecución política de los que fue víctima (Un Rey en Nueva York); Cantinflas encarnó con ironía y sarcasmo a políticos, embajadores y mandatarios, y criticó el poder de gobernantes, policías, curas, maestros y funcionarios públicos de poco edificante proceder. Ambos, en fin, solidarios con su clase social, con sus semejantes, aunque ambos también, a partir de su trabajo cinematográfico, accedieran pronto a la fortuna y al reconocimiento social y artístico.

Sin embargo, también las diferencias son notables: la mayor parte de los filmes de Chaplin pertenece a la época del cine mudo, mientras Cantinflas empieza a filmar en 1936, ya en los tiempos del cine parlante. Charlot, hijo del soberbio imperio inglés, nunca renunció ni en vestimenta ni en actitudes, a pesar de la pobreza de sus orígenes, a la actitud de orgulloso súbdito de Su Majestad. Pobre pero elegante en su indumentaria holgada y sus grandes zapatos, no eludía el bastón y el sombrero bombín, y mantuvo siempre esa presencia algo desdeñosa con el mundo, pero dolida con sus semejantes marginados, a los que hacía objeto en su filmografía de sus preocupaciones sociales y su solidaridad. Con picardía pero con honestidad, aunque suene contradictorio.

Cantinflas tipificó al desarrapado “Peladito” mexicano que se las arregla para sobrevivir con siete oficios y catorce necesidades, como suele decirse por estos pagos andinos. Su indumentaria raída y descuidada consistía en camiseta descuajaringada, pantalón bombacho atado con un cordel y caído a media cadera preludiando la “moda” actual de los adolescentes, zapatos desgastados y sombrero arrugado: la faz misma del pobre de los barrios pobres de la ciudad de México. Astuto y pícaro también, pero igualmente honesto. Sobreviviente sin abusos ni concesiones al delito o al deshonor. 

También la vida sentimental de ambos difiere: Chaplin se casó cuatro veces, tuvo 3 hijos y se le atribuyen relaciones con algunas de las actrices más reconocidas de Hollywood. Cantinflas tuvo sólo un matrimonio de 32 años con la actriz rusa Valentina Ivanova, y no tuvieron hijos propios aunque adoptaron uno, Mario Arturo Moreno Ivanova. Comienzos cinematográficos De las carpas circenses y de los “humildes menesteres y los bajos oficios” que hubo de ejercer para sobrevivir, Mario Moreno inicia su carrera de cómico circense en un medio que contaba con humoristas de postín como Adalberto Martínez, Resortes, bailarín y guarachero inimitable; Tintan y su carnal Marcelo; Antonio Espino, Clavillazo; y la flaca Vitola que me recordaba a Rosario, la novia de Popeye.

Asegura Carlos Monsiváis –el desaparecido cronista mexicano a quien uno de nuestros cultísimos reporteros de teve presentara hace algunos años como “un señor que hace ensayos”– que en una función de la carpa Ofelia, Moreno olvidó el parlamento y tuvo que improvisar. Lo que le salió fue una jerigonza que el público, poco paciente con los actores, recibió con el cáustico grito “¡Cuánto inflas!”, sugiriendo que estaba bebido. El incipiente artista unió los vocablos, y decidió llamarse Cantinflas. La posteridad inmortalizaría el apodo.

 En 1934 y actuando en la carpa Valentina, Moreno conoce a la hija del propietario, Valentina Ivanova, con quien se casa y a cuyo lado permanece hasta la muerte de ella en 1966. No volvió a casarse. Más bien, ahí empieza su declive como artista y se refugia en la soledad y en su carácter un tanto huraño, tan contradictorio con su personaje. Los productores mexicanos de los años treintas, se dieron cuenta de que el cómico tenía madera y lo contrataron para varios largometrajes, el primero de los cuales, No te engañes corazón, dirigida por Miguel Contreras en 1936, pasó sin pena ni gloria pero puso en escena a Cantinflas en su primer papel. A este siguieron algunos cortometrajes y tres filmes más al lado del cómico Manuel Medel. Y en 1940, bajo la dirección de Juan Bustillo Oro, filma Ahí está el detalle, película en cuyo parlamento final, enredado e ilógico, Cantinflas hace que el juez de la causa que se ventila injustamente en su contra, cambie de opinión y dé un veredicto de inocencia. Mario Moreno ya es Cantinflas y el cine mexicano consolida a uno de sus máximos artistas y al primer actor cómico del continente.

El éxito de este filme le permite, en sociedad con el director ruso Jacques Gelman, crear la productora Posa Films, que intenta introducirse en el mercado de Hollywood con tres filmes de 1937: ¡Así es mi tierra! (That's How My Land Is!) y Águila o sol (Eagle or Sun), y El signo de la muerte (The Sign of Death), de 1939. También intentan algunos cortometrajes: Cantinflas y su prima (Cantinflas and his Cousin), Cantinflas boxeador (Cantinflas the Boxer), y Cantinflas ruletero (Cantinflas the Cabdriver), pero se interpone la barrera de idioma. El parlamento cantinflesco tiene gracia en español pero es imposible en inglés, de modo que el púbico estadounidense no lo digiere. En 1941 y ya bajo la dirección de Miguel M. Delgado, quien lo acompañaría en casi todos sus siguientes filmes, Cantinflas filma Ni sangre ni arena, parodia de una obra de Vicente Blasco Ibáñez que había sido llevada al cine un año antes en Hollywood con la actuación de Tyrone Power, Rita Hayworth y Linda Darnell, con señalado éxito tanto en los EE UU como en Latinoamérica. Esta película y El gendarme desconocido, consolidan a Cantinflas como actor y le permiten a Mario Moreno darle un impulso a Posa Films, la productora de sus siguientes casi cincuenta películas.

El arte mexicano también se hace eco del talento y del humanismo crítico del actor, y Diego Rivera, el conocido muralista esposo de Frida Khalo, pinta un mural en homenaje a México en el que aparecían, entre otros personajes, Cantinflas y la Virgen de Guadalupe. La intolerancia de los sectores más conservadores y el repudio de la Iglesia Católica que consideró la presencia de Cantinflas al lado de la imagen de la Virgen como “una blasfemia”, hicieron que Rivera volviera a pintar el mural… sin la Virgen.

Cimentada su fama entre el público latinoamericano, Cantinflas regresa a Hollywood invitado como actor coestelar al lado de David Niven en La vuelta al mundo en ochenta días (1956). El filme obtiene ese año el Óscar a la mejor película y Cantinflas un Globo de Oro por su actuación, y el derecho a dejar su huella en el famoso Paseo de la fama, en Los Ángeles. El éxito de este filme lo motiva a intentar de nuevo el mercado norteamericano con Pepe, en 1960, filme que incorpora en pequeños papeles a varias de las estrellas más famosas de Holywood como Frank Sinatra, Judy Garland, Bing Crosby, Dean Martin y otros, pero la película fue de nuevo un fracaso que ni la presencia de los mimados de Hollywood logró salvar. El particular humor de Cantinflas no era traducible ni estaba al alcance del público norteamericano.

No obstante, su éxito en Latinoamérica era un hecho y entre 1957 con El bolero de Raquel y 1981 con El barrendero, su último filme para la pantalla grande, filma 20 películas más, 17 de ellas en color. Pero para esta etapa ya el desarrapado Cantinflas había cumplido su ciclo y el nuevo Mario Moreno ya no era el “Peladito” mexicano del barrio bravo de Tepito, sino un atildado funcionario con serias preocupaciones sociales, crítico de gobiernos y del sistema, solidario con los pobres entre los cuales había nacido y se había criado. Pero Cantinflas seguía vivito y coleando en el enredado y cómico lenguaje que iniciara por un olvido momentáneo en 1936, y que lo inmortalizaría para los públicos y para la historia del cine.

La nueva imagen del actor tardó en ser aceptada, sobre todo fuera de México. Pero al final don Mario Moreno acabó por conquistar de nuevo los públicos latinoamericanos con su caracterización de ser humano bondadoso, firme en sus convicciones, solidario con los desposeídos, y acérrimo crítico de la corrupción que por esas épocas campeaba en México bajo la batuta del PRI, época que se llamó del “Charrismo sindical”. Sin embargo, como la crítica es a menudo intolerante, su nuevo modo de hacer cine fue tachado de demagógico y postizo. Su mecenazgo con artistas marginales y su Fundación de ayuda a los pobres, parecen desmentir a sus críticos gratuitos.

Y el 20 de abril de 1993, víctima de un cáncer de pulmón propiciado por su sempiterno apego al cigarrillo, falleció Mario Moreno Reyes en ciudad de México, a los 81 años. Empero, Cantinflas sigue vivo en el recuerdo de los cineastas y en sus más de 50 películas. Sus admiradores en la pantalla y en la vida real, brindamos por su centenario con una de sus respuestas memorables en un filme que ya no recuerdo: – “Cómo quiere su café señor, con coñac o sin coñac?”. – “Sin café, señorita…”.

domingo, 13 de abril de 2014

Yasuní A, B, y C…

Ante la polémica por el Yasuní, y mi nota en Facebook que enfureció al fundamentalismo ecológico que llegó tarde a las clases de comprensión de lectura, les comparto en mi blog 3 artículos que publiqué sobre Yasuní el año pasado. A lo mejor se enojan más. Ahí van con todo cariño y respeto NATURAL.


ENTRELINEAS
Por Omar Ospina García

Yasuní A y B…
         Tengo la impresión de que al presentar el Plan Yasuní ITT de conservación de esa reserva biológica natural y espacio humano respetable y protegible, el Presidente Correa, que ingenuo no es, tuvo un exceso de confianza en el sistema económico capitalista: creyó que al mundo industrial desarrollado le importaba el Medio Ambiente. Se equivocó. Nunca les ha importado a las naciones desarrolladas la suerte del planeta. Si por ellas fuera y si por sus dirigentes fuera, tendrían al planeta peor que un queso gruyere. Y jamás habrían implementado medidas de seguridad para sus trabajadores, ni habría muestras de protección ambiental, cuidado de fuentes hídricas, reducción de gases contaminantes o una mínima precaución en la emisión de venenos. Nada de ello se ha logrado sin luchar.
         Conocedor de esa realidad, y de la codicia de ese mundo desarrollado, el Presidente tuvo la precaución de guardarse un as. Y ni siquiera lo escondió bajo la manga sino que lo exhibió: si no hay apoyo mundial a la iniciativa, existe un Plan B: explotar las reservas de petróleo del Yasuní. Precaución que el fundamentalismo ecológico y los críticos del gobierno haga lo que haga, consideran perversa traición a los principios ecologistas de la Constitución de Montecristi.
Creo, sin embargo, que la intención era que los países depredadores –algunos no han firmado ni ratificado los Convenios de protección de la naturaleza y EE UU no ratifica el Protocolo de Kioto desde 1997–, entendieran que si al mundo desarrollado no le importa el cuidado del medio ambiente, los países en desarrollo no tienen por qué condenar a sus poblaciones a la marginación y a la pobreza, cuidando hasta el extremo de la inacción y de la preservación per se, un medio ambiente, una ecología, una atmósfera que es nuestra pero sirve al planeta entero.
Europa y América del Norte cuidan –no lo suficiente– su medio ambiente. Sus parques naturales son intocables. Han explotado su territorio en busca de minerales e hidrocarburos hasta límites imposibles de sostener, y en algo protegen lo que les ha quedado de naturaleza virgen o, al menos, no depredada. Lo cual no obsta para que extraigan petróleo de donde lo haya, como de las arenas bituminosas del norte, o de los abismos de Alaska y el Ártico, incluso potenciando el deshielo.
Al mundo desarrollado industrial, comercial y militar no le importan las aves, mamíferos, insectos o flores del Trópico, como no sea para su aprovechamiento o distracción. Le importan el petróleo, el oro, el cobre, el uranio, el litio, el coltán y las especies vegetales de las que puedan extraer materias primas y sustancias naturales para su industria química y farmacéutica. Y mascotas para sus zoos privados, como tigres, boas, pitones, panteras y toda clase de animales exóticos. No importan ya negros del África ni indígenas amazónicos para exhibirlos porque la opinión mundial no sería favorable. La teve, y peor el internet y las redes sociales, molestan mucho… Así que ya no hay jaulas para exhibirlos. Van solitos a los Reality Shows y a MTV. Pregúntenle a Delfín Quishpe…
De manera que Ecuador, como cualquiera otra nación del planeta, tiene que vivir de sus recursos: humanos, naturales, intelectuales. Por eso se llaman Recursos. Porque a ellos se recurre cuando se necesita. Si no fueran aprovechables sino conservables bajo 7 llaves, no serían recursos sino Tesoros. Pero su aprovechamiento no puede, tampoco, ser abuso. Hay alternativas. Pero ese, es otro tema.


ENTRELÍNEAS
Por Omar Ospina García

Yasuní, Plan B.
         Una de las razones para echar atrás la idea de no explotar el petróleo del Yasuní, consistió en que los países desarrollados que apoyaron y ofrecieron algunos millones de dólares, quisieron imponer condiciones inadmisibles para cualquier nación independiente. Lo que recuerda las “ayudas” de la Alianza para el Progreso y afines: “aportaban” x dinero pero los insumos necesarios debían ser adquiridos a empresas gringas, transportados en buques ídem y los proyectos manejados por sus técnicos. Ayuda con piola que reintegraba al generoso filántropo la mayor parte de los “aportes” en forma de utilidades, regalías, fletes y salarios. El gobierno hizo bien negándose a considerar tan altruistas imposiciones.
         Eso ya es historia así que vamos al Plan B. La extracción de hidrocarburos en zonas biológicamente ricas se debate entre dos extremos: El de las petroleras, que se definiría por perforar detrás de cada piedra y extraer lo más pronto el crudo existente; y el de los ambientalistas extremos para quienes entrar a una reserva natural –excepto ellos– es un pecado capital, ya sea un ingeniero de minas que hace prospección, o un turista que va a ver pájaros, reptiles e insectos que sólo ha visto en fotos o pinchados con alfileres en el Museo de Historia Natural.
         La cruda realidad es que un país amazónico (reserva de bioma y oxígeno) y paramuno (reserva de agua) necesita para crecer, desarrollarse y construir una digna realidad para sus habitantes, dos cosas: Primera, cuidar y proteger esas riquezas naturales puesto que sin flora, fauna, oxígeno y agua, no hay vida; y, segunda, aprovechar los recursos que esas regiones albergan, explotarlos racionalmente y obtener las divisas que requiere su desarrollo, ya sea capitalista con seguridad jurídica y económica para las empresas, o socialista con seguridad alimentaria, educativa, salutífera y social para sus gentes. Pero ambas cosas, aparentemente incompatibles, pueden coexistir. Tienen que coexistir. La una sin la otra no son posibles pues las naciones necesitan de ambas para progresar y vivir en dignidad.
         Y como nada se da sin sacrificios, hay que explotar el crudo y sacar el oro, el cobre, el litio y el uranio desde la Cordillera del Cóndor hasta el Carchi, con una tecnología que permita no afectar el medio ambiente natural en exceso. Pues hay un hecho incuestionable: no hay minería limpia ni extracción de crudos que no deteriore el medio ambiente. Por eso debemos tener una legislación que impida el abuso, la sobreexplotación, la irresponsabilidad en el manejo de los suelos y el aire. Los ejemplos de explotación petrolífera y de minería de cielo abierto o de socavón, indican que son depredadoras en mayor o menor grado dependiendo de las leyes que las regulen, y de su aplicación y vigilancia.
         Lo terrible, por otra parte, es que la minería jamás ha producido riqueza para los pueblos de las naciones ricas en minerales, sino pobreza, marginación, enfermedades y pésima calidad de vida. Se han enriquecido las multinacionales del metal y del crudo, pero se han empobrecido suelos y pueblos desde Sierra Leona y el Congo, hasta Brasil y Nambija. Que la Minería remplaza los minerales por miseria y desolación, es una constante universal. Entonces, al menos tales riquezas deberían ser, siempre, explotadas y administradas por el Estado.
Coletilla: 1) Aquello se tiene que evitar. Así haya que sacrificar en algo la Seguridad Jurídica, en aras de un poco de Seguridad Humana y Ambiental. 2) Hay alternativas a la minería y al petróleo… Lo veremos en Yasuní Plan C…


ENTRELÍNEAS
Por Omar Ospina García

Yasuní, ¿Plan C?
Ecuador es rico en recursos naturales en suelo, subsuelo y espacio exterior. Sí, ahí arriba de los techos, a casi 40 mil kilómetros de la superficie del planeta y por el simple factor geográfico e histórico de estar situado en el Ecuador terrestre, Ecuador comparte con Brasil, Colombia, Congo, Gabón, Indonesia, Kenia, Somalia, Uganda y Zaire una franja orbital ecuatorial. Esa franja sólo pasa por sobre los países mencionados y atraviesa los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, sobre aguas internacionales que no pertenecen a nadie en particular sino a todas las naciones que componen el ancho mundo.
Tan privilegiada zona o franja espacial es el único lugar desde donde pueden operar los satélites que ofrecen el servicio –cobrado y pagado– de televisión, comunicaciones, telefonía satelital, meteorología, observación y hasta espionaje, como sabemos. Es un recurso natural no renovable sino permanente: nunca dejará de estar allí. Pero que sí es, en cambio, saturable por exceso de artefactos. No tienen que adivinar de qué países son la gran mayoría de los satélites que por allí transitan, giran o permanecen inmóviles otorgando a sus países y empresas propietarias, un derecho de tránsito, ubicación y uso que, hasta dónde sé, no causa arrendamiento ni canon alguno a los países cuya órbita utilizan. Quizás me equivoco.
Así pues, no son apenas los yacimientos petrolíferos ni los metales preciosos o útiles que alberga el subsuelo, la única fuente de recursos económicos de la que el país dispone para desarrollarse, combatir la pobreza y darles a sus habitantes la salud, la educación, las comunicaciones y las obras públicas a que tienen derecho. Todos. No la minoría privilegiada. Sin embargo, esos recursos del subsuelo no pueden ser sólo para guardarlos como tesoro intocable sino para utilizarlos de manera racional, cuidadosa, no agresiva con el medio ambiente total ni con el entorno geográfico y físico en el que se ubican.
Mas, para no entrar a saco en la explotación de tales recursos minerales e hidrocarburíferos, vale la pena considerar otras fuentes de ingresos al Erario, primordiales, adicionales y complementarias. La primera de ellas, extender más la cobertura del cobro de impuestos que debemos pagar al Estado por el hecho de vivir en su suelo y utilizarlo como fuente de ingresos. Habiendo extendido el SRI como nunca antes ese cobro, son todavía muchos los que evaden el pago de tributos que la nación tiene derecho de cobrar para beneficio de toda la población.
Otro renglón de ingresos es, pues quienes abogamos por la no explotación del petróleo del Yasuní y de los metales de la Cordillera del Cóndor tenemos que hacer algún sacrificio para que ello no ocurra, la eliminación de los subsidios al gas y a los combustibles. Y ni siquiera eliminarlos sino focalizarlos hacia el transporte público y las clases menos favorecidas, cuidando de que no se desvíen hacia las piscinas temperadas ni los autos privados. Cosa que se consigue con vigilancia estricta del uso por sus beneficiarios subsidiados. Otros ingresos pueden venir de eliminar las mafias fronterizas de contrabando hacia Colombia y Perú, mafias tan ecuatorianas como de los otros dos países. Si al sur y al norte nos compran gas, diesel y gasolina baratos por las trochas, es porque aquí alguien los vende barato y por las trochas.
Coletilla: ¿No sería de cobrarles a los dueños de los satélites espías un canon por ejercer el espionaje? Y ya hablaremos de otros rubros: el Turismo selvático y las comunicaciones celuláricas.

sábado, 12 de abril de 2014

Intelligence…

Esta es una versión ampliada de mi artículo de ayer en HOY. Los diarios exigen un máximo de caracteres pero a ratos es necesario decir algo más. Lo hago aquí donde el espacio lo decido yo. Y ojalá comenten…

ENTRELÍNEAS
Por Omar Ospina García

Intelligence…
Veo sí o sí las series gringas de suspenso, intriga, crímenes espeluznantes y conspiraciones de alto vuelo. Son estupendas. Me decía Javier Vásconez hace poco que el cine, como espectáculo, es gringo. Directores, actores y guionistas hacen cine para que la gente se entretenga y pase un buen rato. Son cineastas que viven por y para el cine como entretenimiento y empresa. Es su trabajo profesional, su oficio. Estoy de acuerdo. Lo que no impide que, cuando se les ocurre hacer una película fuera de serie, inteligente, intelectualmente elaborada, “comprometida”, lo hagan también. Sin perjuicio de que sea, además, entretenida. Cisne negro, Inside Job o El informe Pelíkano, por ejemplo.
Agregaba Javier que en Europa y a veces en Asia o América Latina, hacen cine artistas, intelectuales y pensadores en busca de la Obra Maestra o, al menos, de la película de Culto para un reducido número de amigos que no la olvidarán y la repetirán a menudo. Y es cierto. Yo mismo he visto demasiadas veces El Acorazado Potemkim, El manantial de la doncella, El séptimo Sello, El ladrón de bicicletas, Historia de O y hasta La Historia Oficial y El pagador de Promesas. Es un ejercicio intelectual que se hace para sentirse inteligente. Aunque uno crea que lo es, hay que “sentirse”…
Pero el cine gringo le gusta a “todo el mundo”. Incluidos los “intelectuales”, aunque no lo reconozcan. Algo así como lo que ocurre con Julio Iglesias, por ejemplo: nos gusta pero a la chita callando… que no se enteren. Yo lo reconozco sin rubores y, por eso, a partir de las 9 de la noche, me sumerjo en los tremebundos intríngulis forenses de la bella y ingenuamente racionalista (no cacha un chiste ni dibujándolo) doctora Brennan en Bones; en las intrigas de la sexideseable Jennifer Gardner en Alias; en las conspiraciones que arman los malos para que se luzca Kiefer Shuterland en 24; en los crímenes que desentraña Marck Harmond como Leroy Gibbs en NCIS (me encanta Pauley Perrette como la Gótica Abby); en las maquinaciones que descubre la guapa y excitante Poppy Montgomery como Carrie Wells, apoyada en su envidiable y divertida memoria fotoeidética, en Unforgettable; en las manipulaciones del estupendo James Spader como ex criminal hecho Consejero de una Agencia, en Blacklist; en el trabajo detectivesco de William Petersen como Grissom en CSI Las Vegas.
Pero el Imperio no da puntada sin dedal. El jueves en la noche vi un episodio de Intelligence, estupenda serie que es una exhibición de tecnología cibernética alucinante. Al protagonista, Josh Holloway como Gabriel Vaughn, le han implantado, aprovechando una “anomalía evolutiva” que “padece”, un chip en el cerebro que le permite acceder a la comunicación mundial que pasa a través de los satélites. Un Súper Espía que no necesita invadir oficinas pistola y cámara en mano para enterarse de los secretos que circulan en las computadoras del alto gobierno y las agencias de seguridad. Matta Hari sin pestañina, escote al ombligo ni sexo, pero mil veces más eficiente.
El episodio alude a una conspiración en Bolivia. El Presidente socialista Cañizares (¿Evo?) asesina opositores para perpetuarse en el poder, como cualquier Fidel Castro o, para estar a tono, como el Maduro de turno. Y contrata a un infalible francotirador que ya se ha “encargado” de tres. Así que el Súper Espía va a Bolivia a pescar al asesino y a “Salvar la Democracia”. Pero el fulano es otro Agente de la CIA, y ha descubierto que los asesinos son la esposa del Presidente, y su hermano, complotados para matar al candidato “amigo” de la Casa Blanca –y de paso al Secretario de Estado de visita para la ocasión– y mantener en Bolivia la oprobiosa Dictadura Socialista. Triunfan los “buenos”, los hermanos “terroristas” acaban muertos, vienen las elecciones y, por supuesto, ganará el candidato “amigo” para que regrese la Democracia, se fortalezca el Libre Mercado y se respete de nuevo la Libertad de Expresión made in usa. No recuerdo si se llamaba Lucio…

Coletilla. Seguiré viendo series gringas. Bien hechas y mejor actuadas, están lejos de nuestros dramitas tipo talk show de a luca. Pero se me ocurre que, teve mediante, nos están preparando –y justificándose al paso– para el próximo paso de la Geopolítica Imperial: “Salvarnos” de las tiranías y dictaduras que se empeñan en proliferar en América Latina para gobernar, no “en nombre del pueblo” sino para el pueblo, mediante elecciones fraudulentas, claro. América para los americanos, vuelve y juega. El litio boliviano ya está a salvo. Faltan el petróleo venezolano y el uranio ecuatoriano. Será en los siguientes episodios…

jueves, 10 de abril de 2014

“Yo he elegido a mis hombres”

María Félix: “Yo he elegido a mis hombres”
Por Omar Ospina García

La diva por antonomasia del cine mexicano –y latinoamericano–, falleció en México el día de su cumpleaños. El recuerdo de su vida nos da la idea de una mujer de belleza imponente, dueña de un férreo carácter que definió su propia vida… y la de muchos otros.

         Como casi todo lo que hizo en su larga vida, María Félix se murió cuando le dio la gana: el 8 de abril de este año, justo cuando cumplía 88. La noche anterior se había acostado a ver televisión después de tomarse, como todas las noches y por prescripción médica, un somnífero. No volvió a despertar. En la madrugada del día de su cumpleaños, decidió entrar definitivamente, no sé si a la eternidad pero sí a la inmortalidad donde ya se había instalado casi desde sus primeros filmes, pero sobre todo luego de ser Doña Bárbara en 1943. Consciente de que era un mito moderno en un país de mitos ancestrales, María Félix, a su retiro definitivo en 1970 con La Generala, prefirió para sus siguientes 18 años una semipenumbra que la mantuviera vigente en la memoria del pueblo mexicano y de los aficionados del mundo, en lugar del oscuro ostracismo de Greta Garbo, la patética despedida de Marylin Monroe o la estridente luminosidad con que envejece Elizabeth Taylor. Su imponencia no admitía el olvido, su vida luminosa ya no requería del neón.

María y los primeros años
         María de los Ángeles Félix Guereña nació en la finca El Quiriego, de su familia, cerca de la población de Los Álamos, Sonora, el 8 de abril de 1914, cuando las huestes de Doroteo Arango (Pancho Villa) recorrían el territorio mexicano dibujando la primera auténtica revolución del Siglo XX. Esa coincidencia, la belleza con que la dotó la naturaleza, el temprano primer renunciamiento y un talento intuitivo para la vida, le forjaron un carácter como pocos se han visto en la historia del cine. También debió contribuir a la leyenda la sangre india (yaqui) de su padre Bernardo, mezclada con la española de Josefina, la madre que alguna vez quiso ser monja pero a quien la vida le había preparado el destino de parir a La Doña.

         Criada entre la finca de los abuelos y el poblado de Los Álamos, María pasó su niñez montada en un caballo, subida a los árboles y jugando juegos de niños con su hermano Pablo. Los de niñas, muñecas y rondas, no la seducían. Pero la relación tan íntima de María con su hermano llegó a preocupar a la madre, a quien su frustrada vocación de monja le hacía ver elefantes donde sólo había hormigas; y en connivencia con el padre inflexible decidieron separarlos enviando a Pablo a un colegio militar. De allí lo devolvieron cadáver poco después y sin mayores explicaciones. Nunca se supo la causa de la muerte, pero debió de ser el acostumbrado bautizo iniciático, o algún castigo… Ese fue su primer dolor, incrementado con la sensación de soledad que le deparaba la compañía de un padre en exceso rígido, una madre complaciente pero anodina, y un grupo de hermanas con las que poco tenía en común su personalidad de “hembra-macha”, como dirían de Ella años después cuando ya se habían enfrentado a su carácter.  Esa sensación debió mitigarse un tanto cuando, ya en Guadalajara y a los trece años, empezó a ser la tentación de jóvenes y de no tan jóvenes. Elegida reina de la universidad, se dio cuenta pronto del poder de su belleza y de la tiranía que en su entorno podían ejercer esos enormes ojos cafés que, según dijera Octavio Paz, lo mismo “atraen que fulminan”.

         Poco después del reinado y aún casi adolescente, la estricta disciplina que le imponía su padre la impulsó a casarse con Enrique Álvarez, un anónimo vendedor casi tan joven como ella, y de quien tuvo a su único hijo, Enrique, quien falleciera de un infarto en 1996 ocasionándole a María la última y más dolorosa pérdida de su vida familiar. El divorcio de la pareja, poco después del matrimonio, evidenció lo precipitado del enlace pero le dio a María la prematura experiencia que le serviría para construir su recio carácter… y su fama de “devoradora de hombres”.

María y el cine: nace la leyenda
         Andaba María por los 24 años cuando, viviendo ya en ciudad de México, el ingeniero Fernando Palacios, personaje ligado a la industria del cine y de cuya relación posterior con María se sabe poco pero se murmuró mucho, la vio en alguna ocasión y le propuso hacer una prueba para la pantalla grande. Ella no se lo creyó mucho pero, ante la insistencia, aceptó. El resultado de la prueba fue el primer papel de su carrera, mas no el inicial de segundona o actriz de reparto sino el principal de El Peñón de las Ánimas, filme cuya producción se preparaba con la actuación estelar del primer actor del cine mexicano, el Charro Cantor Jorge Negrete. A este, guapo y vanidoso macho mexicano ya consagrado por la fama, no le hizo gracia alternar con una principiante, y así se lo dijo a María: “Hablando a lo macho, no pienso servir de escalón a muchachas inexpertas que quieran hacer carrera en el cine a mi cuenta”. A lo que ella respondió, tartamudeando: “Pues hablando a lo hembra señor Negrete, usted me parece muy buen cantor pero es muy mal actor”. La trifulca duró hasta cuando Jorge le echó en cara que él era “el primer galán del cine mexicano”, a lo que María respondió, ya sin tartamudear: “No sé si el primer galán, pero sí el primer gañán de México”. Al feminismo le faltaban unos treinta años de cocción pero ya María lo iba inaugurando. La pelea, como se sabe, terminó en el matrimonio de ambos diez años después, cuando ya María era mito en México y leyenda en Europa, y Jorge Negrete iniciaba la decadencia vital que lo llevaría a la muerte un año y pocos meses después de la estruendosa boda.

         A El Peñón de las Ánimas siguieron 47 películas más tanto en México como en España, Francia, Italia y Argentina. Pero jamás aceptó trabajar en Hollywood a pesar de los coqueteos de la Meca del cine gringo. “Sólo me ofrecen papeles de india y yo no nací para cargar canastas”, dijo María ante el primer irrespeto de Hollywood. Tampoco quiso nunca aprender inglés, pero dominaba el francés y se defendía en italiano.

         En Europa trabajó dirigida por algunos de los más grandes directores, y al lado de los mejores actores del cine europeo. Luis  Buñuel (Los ambiciosos, 1959), Jean Renoir (French Can-Can, 1954), Juan Antonio Bardem (Sonatas, 1959) la tuvieron frente a la silla y actuando al lado de Gerard Philippe, Rossano Brazzi, Kurt Jurgens,  Ives Montand, Jean Gabin, Vittorio Gassman y Fernando Fernán Gómez, entre otros. Para el cine latinoamericano fue dirigida por Emilio Fernández, Tito Davidson, Roberto Gavaldón, Ignacio López Tarso e Ismael Rodríguez entre los principales, mientras alternaba actuaciones con Andrés, Julián o Domingo Soler, Jorge Mistral, Arturo de Córdova, Pedro Infante, Carlos Thompson, Víctor Junco, Jack Palance, Emilio Fernández, Dolores del Río, Columba Fernández, Carlos López Moctezuma y Pedro Armendáriz. Para completar el cuadro de la gloria, en muchos de sus filmes estaba detrás de la cámara el legendario Gabriel Figueroa, por muchos años reverenciado como el primer camarógrafo del cine mundial.     

         Pero fue sin duda su tercera película, Doña Bárbara, filmada en 1943 con la dirección de Fernando de Fuentes, la que consolidó su fama no bien acabada de empezar, y le puso un nombre de leyenda a su carácter y a su estampa: María fue ‘La Doña’ para el mundo, luego de este filme basado en la novela homónima del escritor venezolano Rómulo Gallegos. A este, que colaboraba en el guión, lo habían llevado a cenar en un restaurante adonde también acudiría María como invitada, y apenas la vio entrar dijo impresionado: “Ya tengo a mi Doña Bárbara”. Y a Ella le aseguró: “La escribí para ti”. Y a pesar de que la actriz principal del filme ya estaba contratada, no hubo nada que hacer: María fue Doña Bárbara y con ese vocativo entró en la mitología. Después de esta cinta y como lo aventura su principal biógrafo, Paco Ignacio Taibo, los guionistas empezaron a escribir argumentos para Ella, lo cual contribuiría a consolidar el mito de ‘La Doña’, ‘María de México’ o ‘Maclovia’, según el momento o el recuerdo. Agustín Lara, su tercer marido, sustentaría la leyenda desde su piano de compositor y su cascada voz de bohemio impenitente, cuando en una noche de juerga compuso “María Bonita” y se fue con Pedro Vargas y un piano en un camión, a cantársela personalmente en Acapulco. María Bonita engrosó la lista de los epítetos, y la canción acompañó a La Doña en el viaje a la tumba, tal como lo había hecho a lo largo de muchos años de vida. Cuentan que, sola en su casa y sentada en un sillón en la penumbra de la sala, solía cantarla en voz baja. En todo caso la incluyó en un disco, Enamorada, que se atrevió a grabar “por los puriticos calzones”, como dijo uno de sus amigos, Tito Vasconcelos. O sea porque le dio la gana.

María y los hombres: otra leyenda
         Aunque la lista de amigos de María es bastante más larga que la de maridos y amantes, lo cierto es que se casó cuatro veces con seguridad, quizá cinco si se cuenta un presunto matrimonio con Raúl Prado, miembro del Trío Calaveras, boda que de todos modos no duró lo suficiente como para engordar la crónica farandulera de la época. El primer marido, como sabemos, fue Enrique Álvarez, padre de su hijo, y a él siguieron el guitarrista Pardo, Agustín Lara, Jorge Negrete y el empresario francés Alex Berger, su último y más duradero marido, pues que con él estuvo matrimoniada por casi veinte años, dividiendo su vida entre su casa de México y su residencia en París. Los amantes o aspirantes a serlo, fueron legión. Desde la elegancia torera de Luis Miguel Dominguín hasta la ordinariez acaudalada del Rey Faruk de Egipto, quien, en un arrebato de alebrestada pasión le ofreció la diadema de Nefertari a cambio de “una noche”. María y su carácter lo dejaron a él con los crespos hechos y a la diadema en su vitrina del Museo de El Cairo. También hubo un colombiano en la lista. El Tiempo, de Bogotá, publicó un testimonio personal del piloto Gonzalo Fajardo, quien conoció a La Doña cuando el avión que la conducía de México a Bogotá y que Fajardo piloteaba desde Nueva York, tuvo que aterrizar en el aeropuerto de Cartagena a causa del mal tiempo. La coincidencia fue a fines de los cincuenta cuando María estaba en los cuarenta años y el piloto colombiano tenía 27 y una pinta a lo Clark Gable. Según Fajardo, María viajaba de México a Nueva York cuando a él le tocaba ir a la capital del mundo, y allí trenzaron durante un año el tórrido romance que empezara a causa de una tormenta.

Con otros hombres y mujeres de talento y valía universal fue puliendo La Doña su talento dramático, la viveza del carácter y el filo cortante de su lengua viperina. El Barón de Rotschild y Alí Kahn, Jean Paul Sartre, Jean Cocteau, Jean Genet, Collette, Manolete y Salvador Dalí en Europa, entre muchos otros nombres ilustres, complementaron las sólidas amistades de María con lo más importante del arte, las letras, la política y el cine de América Latina, como Diego Rivera, Frida Kahlo, Miguel Alemán, Eva Perón, Octavio Paz, Juan Rulfo y muchos más. La lista se mancha a ratos con presencias como la del dictador Fulgencio Batista y uno que otro indeseable adicional, lo cual agrega mucho a una personalidad agresiva y caprichosa que tuvo posiciones despectivas para con ciertos líderes revolucionarios. No hace mucho y con ocasión de la marcha zapatista de Chiapas a ciudad de México y la negociación del gobierno con el Subcomandante Marcos, María no tuvo reparos para decir en voz alta: “Lo que me da coraje es que nuestro Presidente (Fox) se esté poniendo de rodillas ante ese payaso (Marcos) que no es nadie”. 

El último compañero de su vida fue el pintor francés Antoine Tzapoff, quien le hizo una colección de retratos que fueron parte de la muestra “María y sus pintores”, que se expuso en el Palacio de Minería hace algunos años. Aparte de los retratos pintados por Tzapoff, se exhibieron también los que en su momento le hicieran Diego Rivera (varios), Leonor Fini, Leonora Carrington, Estanislao Lepri, Bridget Tichenor y Chávez Marión. No estuvo colgado el que le hizo el otro gran muralista mexicano, José Clemente Orozco, pues a María no le gustó, lo guardó durante mucho tiempo en el desván de su casa y se lo robaron en algún viaje.

Pero no solamente el pincel de grandes artistas retrató a María. Algunos importantes músicos también hicieron lo suyo para redondear la iconografía de La Doña. Agustín Lara, ya lo vimos, le compuso “María Bonita” y hasta se atrevió a cantársela, pero además le dedicó las archiconocidas (de los viejitos) “Humo en los ojos”, “Palabras de Mujer” y “El Chotiz de Madrid”; Juan Gabriel le dedicó “María de todas las Marías”; Cuco Sánchez escribió para ella “Oiga Doña”; el grupo de rock ‘Los Amantes de Lola’ le dedicó “Doña”; y alguna vez en París un joven de 20 años, enamorado de Ella, le compuso una canción que compite en fama con “Maria Bonita”: “Je t’aime a mourir”, que todavía se oye de vez en cuanto en las emisoras de la nostalgia.


Pero la canción que con “María Bonita” identifica a La Doña, se la compuso José Alfredo Jiménez, quien se la mandó a cantar a Argentina donde a la sazón filmaba María. La canción, Ella, es, sin duda, una de las más bellas rancheras de la historia, y a su compás algunos nos hemos enamorado para siempre varias veces, aguardientico de por medio que es como se debe. Claro que, como buen ranchero, José Alfredo se la dedicó después a muchas otras, incluida su esposa Flor Silvestre, pero lo cierto es que Ella es María Félix y ninguna más. No faltó quien se la cantara en el momento de su entierro en el Panteón Francés de ciudad de México, allí donde, al lado de su hijo Enrique, se quedó para siempre, ya atemperado y vencido el carácter de una mujer que se dio el lujo de “elegir a todos sus hombres”; y, también, el de mandar a freír espárragos a más de tres: María Bonita, María de México, La Doña… ¡Ella!