Los hechos ocurridos en Colombia en
las últimas semanas, dificultan dejar el tema incluso habiendo, como hay, otros
de supremo interés para el lector. Pero este es cercano, muy cercano, y no sólo
para el colombiano sino para sus vecinos. Varios hechos, luctuosos unos,
negativos otros, positivos y alegres también, dibujan el mapa de un país
multifacético que no sólo es capaz de sobrevivir a una tragedia de 60 años,
sino también seguir creando, seguir creyendo en sí mismo y en el futuro, seguir
trabajando aún en medio de la sangre y de las adversas condiciones que crean la
indiferencia de la mayoría (60%), la ceguera de una minoría incidente (29%), y
la esperanza de unos pocos (26%) que no pierden la perspectiva aún en medio de
la amenaza tenebrosa del odio.
Es
que son muchas Colombias. Está la de García Márquez, que nos deja un legado de
talento y de magia narrativa difícil de superar pero posible de continuar por
quienes vienen haciendo literatura en medio de la zozobra que siembran inconscientes
uribes, escobares y tirofijos; está la de los chicos que en Italia sacan la
cara por el país de hoy, con un triunfo que es más que eso hasta este momento:
una aplanadora ciclística que deja en el asfalto a lo mejor del ciclismo
mundial; está la de esos otros chicos que recrearán, desde las canchas
brasileñas, el sueño de ese otro Dream Team que naufragó antes de echarse al
agua en el Mundial del 94 en EEUU.
También está
la de personajes de la ciencia y de la razón como el científico Rodolfo Llinás,
que con sus investigaciones acerca de cerebro humano trata de colocar el
pensamiento científico y racional por encima de la superstición, tarea más
ardua que la de Quintana en las cuestas de la Dulce Italia o la de Falcao y
compañeros en los estadios del Brasil; está la de los campesinos que desde
trochas, caminos y montañas tratan de hacer presencia frente a una casta
política corrupta e indolente, y de una esponja económica que sólo absorbe y no
comparte; en fin, está esa otra Colombia expectante que se resiste a perder las
esperanzas y confía en que la ceguera nacional permita un lampo de luz que
aclare las tinieblas.
¿Cuál
de esas Colombias prevalecerá el 15 de junio en la Segunda Vuelta Electoral que
definirá el futuro inmediato del país? ¿La de los Urán, Falcao, Llinás, Gabo,
Obregón y demás constructores de la Colombia que vale y que sueña? ¿La de los
Uribes, Escobares, Rito Alejos, Timochencos y otras escorias que ensucian la
historia y degradan los sueños de futuro? ¿La de los indiferentes para quienes
el futuro es solamente el que señalen los demás, buenos o malos, porque el país
les importa un comino y ya sabrán acomodarse a lo que venga, y son, por ello
mismo, quizá más culpables del desastre que los mismos ejecutores y
constructores de la tragedia y del llanto nacional?
Coletilla:
El futuro del país está en las manos y en la conciencia de ese 60% indiferente
que se aisló egoístamente de la nación. El 15 de junio tienen la oportunidad de
elegir entre la guerra y la paz, entre los falsos positivos, la corrupción
oficializada y los niños guerrilleros, o la esperanza de futuro que se
vislumbra entre las brumas de la política.
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