domingo, 25 de mayo de 2014

La guerra, la paz y…

La guerra, la paz y…
         Lo que ocurra hoy en las elecciones en Colombia será simple, grave, resignado o esperanzador. Pero también es preocupante que la suerte de la nación la decida poco más de la tercera parte de sus hijos. Treinta y tres millones de ciudadanos habilitados para votar, de los cuales 13 y medio millones en un país en que el voto es libre, voluntario y abstencionista en un 60%, decidirán la suerte de 45 millones. Veamos por quien votar…
         Juan Manuel Santos y Germán Vargas Lleras de la Unidad Nacional, cercana al liberalismo pero sin escrúpulos para alianzas contra natura. Son lo más tradicional de la clase política. Ambos con antepasados presidentes, ambos de la oligarquía bogotana que con pocas excepciones ha gobernado el país desde la Independencia, al menos representan la continuidad del Proceso de paz… mientras convenga a sus intereses de clase.
         Enrique Peñalosa e Isabel Segovia. La clase política media alta que no ha tenido presidentes pero sí ministros, alcaldes (el candidato lo fue de Bogotá hace poco), embajadores, etc., pero que aspira a tenerlos. Será continuista en el tema de la paz. Y en el manejo político del país, porque así lo mandan sus orígenes sociales y burocráticos. Herederos del Partido Verde untado de ecología a través de los jóvenes, no han sido lejanos al ex presidente Uribe y todo lo que este representa de corrupto y criminal en la historia reciente. De verdes no tienen ni el símbolo, un girasol amarillo.
         Marta Lucía Ramírez y Camilo Gómez. Ambos de la godarria más cavernícola del país, representan la ultra derecha antiaborto en cualquier caso, anti matrimonio igualitario, anti todo lo que sea modernización del Estado. Sería el regreso a las épocas de Ospina Pérez y Laureano Gómez, camuflado en sonrisa falsa y verborrea incontenible. Es la alianza con Uribe para trabar la Paz y mantener la Guerra que les resulta productiva. De miedo.
         Oscar Iván Zuluaga y Carlos Holmes Trujillo, de Caldas y Valle, es la clase política provinciana, siempre a la sombra de la oligarquía bogotana pero hoy representando a lo más tenebroso del uribismo vinculado con terratenientes y paramilitares, causantes de la concentración de tierras y la muerte y el desplazamiento de campesinos. Sería lo peor entre todo lo malo que pudiera ocurrir, porque es el regreso, marionetas mediante, de chuzadas y espionaje a los adversarios, entrega de puestos públicos a los amigos, negociados de hijos y parientes, falsos positivos… y guerra. De terror.
         Clara López y Aída Abella. De la izquierda del Partido Liberal y orígenes mezcla de política y arte, Clara López tiene el discurso más lúcido de todos los candidatos acerca de cómo gobernar la ingobernable Colombia, y distancias insalvables con la corrupción uribista y el continuismo lopista. Más cerca de Lula  y Dilma que de Bachelet o Mujica, el dúo femenino López/Abella es lo más lógico, racional y ético de la política colombiana. Y sería, por primera vez en la historia machista, derechista y camandulera de Colombia, el primer gobierno progresista, cercano a los intereses de las marginadas y asesinadas mayorías de la población. Sólo que para esas mayorías la izquierda huele a pecado, lo que desde el púlpito pregona siempre un clero más cercano a Miguel Ángel Builes y Juan Pablo II que a Camilo Torres y Francisco.

         Coletilla: Colombia decide hoy no sólo entre la guerra y la paz sino entre la dignidad y la ignominia. Sus votantes asumen el futuro con ética, realismo político y humanismo, o hunden al país en la violencia y la degradación. Elijan.

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