Pensé escribir algo comentando la reciente
Columna de don Mario Vargas Llosa en EL PAÍS, que reproducen algunos diarios y
revistas en América Latina con gran despliegue. Pero encontré este texto del
analista, politólogo y sociólogo argentino Atilio Borón (PhD en Harvard), en su
página “Aporrea.com”. No puedo agregar nada, así que le cedo el espacio.
«Pocas
veces leí tantas mentiras y calumnias como en la nota de Mario Vargas Llosa
ayer titulada “La gesta libertaria de los estudiantes venezolanos”. Pocas veces
vi a un gran escritor arrastrarse tan bajo para complacer a sus mecenas
imperiales o ser víctima de una menopausia intelectual tan profunda que lo
impulse a mentir descaradamente y a escupir sobre su propio pasado, cuando
defendía con ardor a la Revolución Cubana.
Ejemplos
de esas mentiras: “millones de estudiantes en las calles protestando contra el
gobierno bolivariano”, cuando fueron unos pocos miles los que ganaron las
calles sobre los casi dos millones y medio de universitarios que hay en
Venezuela; Leopoldo López elevado a la categoría de “preso político” por
perpetrar crímenes que en Estados Unidos o en Francia lo condenarían a prisión
perpetua; exaltar a los “guarimberos” como una amable tertulia de estudiantes e
intelectuales, mientras tienden un alambre de púas a ambos lados de la calle
para, en la noche, decapitar a motociclistas desprevenidos; “por doquier se
levantaron barricadas”, dice el escribidor, cuando en el momento de su apogeo
había guarimbas en 18 de los 335 municipios existentes en Venezuela (¿qué
quiere decir “por doquier”?); “cerca de cincuenta compañeros que han perdido ya
la vida a manos del gobierno”, cuando la realidad es que la mayoría de las
víctimas de la violencia de la derecha han sido chavistas o funcionarios del
gobierno y sus fuerzas de seguridad. Son esos “pacíficos disidentes” quienes
incendian universidades y edificios públicos, destruyen parques y plazas, pegan
fuego a automóviles o transportes colectivos, y han salido a las calles
dispuestos a matar.
«La
densidad de mentiras por cada línea de esa nota no tiene parangón, prueba
irrefutable de lo que decía en una de sus novelas Alejo Carpentier acerca
del “ultraje irreparable de los años”. Sólo que en el caso de Vargas Llosa es
un proceso muy agudo que comenzó hace mucho tiempo, antes de que llegara a su
actual decrepitud intelectual y moral. Habría que estudiar las razones por las
que un gran escritor, que sin duda lo es, y que conoce los crímenes y las
artimañas del imperialismo y sus secuaces locales como pocos (quien lo dude le
recomiendo leer lo que pone en boca de Roger Casement, el luchador
anticolonialista de El Sueño del Celta), puede llegar a arrastrarse
en el fango inmundo en que hoy se revuelca Vargas Llosa contando sus “mentiras
que parezcan verdades”, como él mismo definió el arte del novelista.
«Sólo
que cuando escribe ensayos sobre la realidad contemporánea de Venezuela, esas
mentiras no son un inocente entretenimiento sino que se convierten en una
siniestra coartada para alentar y justificar en ese país un desenlace
sangriento como el producido por las hordas neonazis en Ucrania. Y de eso,
tarde o temprano, tendrá que hacerse responsable».
Coletilla:
Ahí está bosquejado y perfilado, en un preciso “croquis a tres lápices de
palidez y espanto”, el otrora Gran Narrador, devenido amanuense de la más criminal
ultra derecha venezolana, niño mimado de los Obama, las Merckel y los Rajoy que
en el mundo son. Si no diera vergüenza, daría rabia… ¡Qué diferencia ética y
humana con Gabriel García Márquez!
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