Un asiduo usuario, casi habitante de Facebook, tiene razón en su
oportuna sugerencia: hay otras frases, aparte de las mencionadas en el articulo
anterior –Con todo respeto, Negocios son negocios, Nada personal–, que tienen
un valor –o desvalor– más allá de su componente psicológico: son brutalmente
perversas y malvadas. Inhumanas diría, si el comportamiento de la humanidad a
lo largo de la historia no fuera tan cruel y depravado como ha sido, sobre todo
desde la aparición de las religiones monoteístas, tan proclives al fanatismo.
Y no porque no hubiera guerras, matanzas y crímenes antes de
ellas, que los hubo. Sin embargo, no fueron por imponer dogmas y dioses a los
infieles sino por causas más pedestres y conversables. Y hasta acordables, con
algo de buena voluntad y sentido de las conveniencias mutuas: posesión de
tierras, acuerdos de límites entre pueblos y naciones, explotación de recursos
naturales, conquista y apresamiento de esclavos como albañiles constructores de
pirámides y monumentos, en fin. Las cosas de comer, que son materia de
negociación y acuerdo, no así las del “espíritu”, que son innegociables por
dogmáticas.
La frase sugerida por el facebookero es, dice y concuerdo, la más
perversa de todas porque implica inhumanidad, desprecio por el semejante,
indolencia ante el sufrimiento y la muerte del “otro”: “Daños Colaterales”. Es,
desde luego y como se aprecia a simple vista, un eufemismo. Y los eufemismos
son, justamente, para esconder lo sucio y lo malvado. La palabra “colateral”,
que proviene del latín medioeval con el significado de “adicional” o “sin
intención”, se decantó en inglés con su primigenio sentido, pero se convirtió
en perverso eufemismo en la cultura militarista norteamericana, sobre todo con
ocasión de la Guerra de Vietnam, cuando los bombardeos al país asiático se
salían de curso, muy a menudo, lo que hace presumir que no fueron “accidentes
fortuitos” sino genocidio puro y duro, y dañaban a la población civil y a sus
propiedades.
El
más vil y perverso ejemplo de “daños colaterales” fue, sin duda, el lanzamiento
de las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki en un Japón ya vencido y
rendido al final de la Segunda Guerra. ¿Las razones para una masacre de esas
proporciones –220 mil muertos como efecto directo de las explosiones, y miles
más después por los “efectos secundarios”, otra frase memorable por su
perversidad– contra un país ya inofensivo? Son varias y la más socorrida es el
llamado de atención a la Unión Soviética, entonces el enemigo a vencer por su
irradiación de las funestas teorías comunistas entre las perfectas democracias
occidentales. Otra razón no menos importante, el ensayo “in situ” y no en el
desierto sino contra una población inerme –y lejana– , de la moderna tecnología
de la guerra nuclear. Y, por cierto, informar al Mundo quien sería el Sheriff
que guardaría el orden y “salvaría” la Democracia.
Hoy,
los daños colaterales contribuyen a la limpieza étnica que promueve el sionismo
en Palestina, donde el gobierno de Tel Aviv masacra sin piedad a los habitantes
de la Franja de Gaza, verdadera cárcel de la que no les es posible escapar ni
siquiera refugiándose en edificios civiles y humanitarios. Situación que el
gobierno sionista de Israel ha construido desde 1948, sin prisa pero sin pausa,
para lograr su objetivo único: eliminar de la Tierra Palestina todo vestigio de
población no judía, no israelí… Y si el Mundo Civilizado no se opone de verdad
y con decisión, esa será la realidad en poco tiempo porque Israel ya tiene
prisa en tomar posesión de una región que no les pertenece por dos razones: una
histórica, otra religiosa.
La histórica, que cuando llegaron los primeros antepasados judíos
con Abraham a la cabeza, ahí ya estaban, con otros nombres, los pueblos
antecesores de los palestinos de hoy. Y la religiosa, que el dios que
supuestamente los eligió como "Su Pueblo", es un ser inexistente,
inventado por ellos mismos para justificar el genocidio y el despojo. Porque de
existir un Dios Creador de todo el universo conocido, ese Dios no tendría, no
podría tener, "Pueblos Elegidos" de ninguna clase porque todos los
pueblos del mundo serían sus hijos. La Ciencia y la investigación arqueológica
y paleontológica nos han demostrado, con pruebas científicas irrefutables, que
el mito de dioses creadores es una falacia monumental, una Gran Mentira.
Coletilla: Escuelas, albergues y hospitales son blancos
indiscriminados –Daños Colaterales– de los misiles israelíes, contra un pueblo
sin país y sin nación, despojado en 1948 de la tierra de sus remotos ancestros,
por un recién llegado con Decreto Divino en las manos. Y con la complicidad de
Occidente y la venia de la ONU…
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