“El mundo fue y será una
porquería ya lo sé/”, dice Enrique Santos Discépolo en su tango Cambalache, el
retrato escrito –y cantado– más preciso y certero de la humanidad. Porque en
este batiburrillo de comedia, drama y tragedia, no parece haber inocentes,
excepto, posiblemente, los débiles. De las triquiñuelas de la FIFA para tratar
de pagarle a Brasil con la Copa Mundo su aporte de 4 mil millones de dólares a sus
arcas, se pasó sin intervalo a la continuación del genocidio israelí contra el
pueblo palestino, y ayer jueves al derribo de un avión civil comercial en la
frontera ruso ucraniana. ¿Cómo entender tanta estulticia?
No es el
primer avión civil que cae a tierra por acción de fuerzas militares, cuya
existencia a lo largo y ancho del planeta, sean de quien sean, es la mayor
prueba de la estupidez humana. Nada más cruel e inhumano que la guerra. Y no
hay causa justificativa para que alguien con poder, enfile las armas de un
ejército de alienados –eso son las milicias, tras la disciplina que los induce
a matar– o cohetes dirigidos desde un computador impune, contra una comunidad o
un país.
Teniendo el
ser humano capacidad para pensar, analizar, discernir, hablar, debatir y
acordar con sus pares lo que sea por controversial que fuere, es inadmisible,
por perverso y por imbécil, que nos agredamos por un pedazo de tierra, un pozo
de petróleo, una bandera o una fuente de agua. Cosas todas que se pueden
compartir para progresar de la mano en lugar de asesinarnos mutuamente. Ninguna
doctrina económica, ninguna ideología política, justifica la muerte de un ser
humano. Pero existe: El capitalismo salvaje, que ha puesto al dinero sobre la
vida y le ha dado precio a lo que solamente debería tener valor: el bienestar
de la gente, la naturaleza, que no es propiedad de inconscientes codiciosos
sino de la humanidad en su conjunto.
Son varias
las hipótesis que se tejen en torno a las causas del derribo del avión de
Malasya Airlines, con casi 300 pasajeros a bordo. Todas ellas posibles si
atendemos a la codicia humana y a su absurda propensión al odio. El Presidente
espurio de Ucrania acusó apresurado a los rebeldes pro rusos, del hecho
criminal. Pero los separatistas carecen de la posibilidad tecnológica y militar
para derribar un avión a 10 mil metros de altura. Algo que sí pueden hacer las
fuerzas ucranianas comandadas desde Kiev. Y armadas por EEUU y la OTAN.
Volaba por la
zona, de regreso a Moscú, el avión del Presidente Putin, luego de su gira política
y económica por los países de América Latina que luchan por sacudirse la
coyunda de Occidente. Gira preludio de cambio, cuando los demás países se yergan
y asuman su verdadera independencia. No sería extraño ni la primera vez que el
Imperio o la “civilización occidental”, esa buena idea de la que hablaba
Gandhi, ejerzan su mortífera capacidad de agresión contra un mandatario
incómodo o estorboso. Otra versión alude a que en el avión viajaban científicos en camino a un simposio donde,
quizás, se trataría el tema de la cura del sida o VIH, el mejor negocio de la
industria farmacéutica en los últimos 30 años.
Coletilla: Devuelvo la palabra a don Enrique
Santos Discépolo: “Pero
que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente/ ya no hay
quien lo niegue/. Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo
lodo/ todos manoseaos/. Que falta de respeto, que atropello a la razón/
cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón…”. Es el mundo entero el
que hoy parece “fuera de la ley”…
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