martes, 16 de diciembre de 2014

General Alzate: ¿Secuestro o captura?

El hecho político de las últimas semanas en Colombia fue, sin duda, la captura y retención por las FARC, del General Rubén Darío Alzate, del Ejército Nacional, y su consecuencia inmediata: la suspensión, por parte del Gobierno Santos, de las conversaciones de paz en La Habana. Los hechos, tal como los relataron los medios de comunicación, fueron los siguientes:
         Vestido de civil, sin armas, y acompañado de un cabo igualmente inerme y sin uniforme y de la doctora Gloria Urrego, Gerente de un proyecto de desarrollo comunitario en el caserío de Las Mercedes, Departamento del Chocó, el General Alzate fue interceptado por un grupo de guerrilleros de las FARC, y retenido con sus acompañantes.
Esos son, escuetos y verificables, los hechos. Otra cosa son sus interpretaciones por parte del Secretariado de las FARC, del Gobierno colombiano, de observadores y políticos cercanos al gobierno, de opositores, o de personas más o menos independientes, porque en medio del conflicto colombiano y del Proceso de Paz que se adelanta, no hay voces indiferentes y mucho menos imparciales. De esas interpretaciones también se han hecho cargo los medios nacionales e internacionales, cada uno desde la perspectiva de su ideología o de sus intereses políticos y económicos.
Intentaré, también, mi propia interpretación, atendiendo a las circunstancias, que se prestan para inquietudes e interrogantes.
En primer lugar, ¿qué hacía, vestido de civil, sin armas, sin la escolta obligada por su rango y sin autorización de sus superiores jerárquicos y, lo que es peor porque se presta a suspicacias, sin conocimiento del Jefe Supremo de las FFAA, el Presidente de Colombia, un General de la República, en zona caliente del conflicto y con presencia permanente de las FARC?
         Lo primero que sugiere la carrera militar del General Alzate: especialista en contrainsurgencia, con estudios militares en los EEUU, comandante del GAULA y de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, encargada de las operaciones antiguerrilleras en el Chocó en acuerdo con las Fuerzas Aéreas y Navales de Colombia, es que no se trata de un militar improvisado e ignorante de los riesgos que corría en cualquier desplazamiento suyo por la zona de conflicto. Internarse por el río Atrato en las condiciones de indefensión en las que fue capturado por las FARC, implica una de dos cosas: un alto grado de irresponsabilidad de su parte, unida a la falta disciplinaria de hacerlo en secreto, o quizás con autorización no oficial y por lo tanto secreta, o la ejecución de un proyecto bien estudiado de provocación destinado a ocasionar un incidente que diera al traste con las conversaciones de paz en caso de un desenlace trágico, o al menos la suspensión del proceso de Paz. Que fue lo que ocurrió. La segunda alternativa sugiere, sin muchas dudas, la mano oscura y conspiradora del ex Presidente Uribe, acérrimo enemigo de la paz en Colombia como se conoce de sobra.
         La consecuencia inmediata, en lo que se refiere al militar en cuestión, fue su pedido de baja de la institución, no tan voluntaria como lo dijo ni tan “honrosa” como pretende. Enterado el Presidente Santos, lo primero que hizo fue pedir explicaciones al Alto Mando militar, de lo cual se deduce que ignoraba el hecho, falta grave de indisciplina. Los argumentos del General Alzate al momento de pedir la baja, no sólo son ridículos –no vale la pena repetirlos– sino absurdos. Una misión de desarrollo en una comunidad civil no ocasiona rechazo sino, al contrario, agradecimiento. A no ser que la comunidad haya sido víctima de violaciones a sus derechos humanos por parte del Ejército, como se sabe por versiones no “oficiales” sino de habitantes de la zona, y por denuncias de abusos ante las autoridades judiciales. Para obviar o hacer olvidar tales abusos, no basta con quitarse los galones y llegar en bermudas.
         Por otra parte, las declaraciones, en el lenguaje uribista que utiliza siempre el Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, de que: "Esto es un secuestro, y las cosas hay que llamarlas por su nombre, presumiblemente realizado por terroristas de las Farc, que en este momento son responsables de la vida y la seguridad de las personas que se han llevado", evidencian que un importante sector de las FFAA de Colombia aún acata las decisiones o sugerencias del ex Presidente Uribe, y mantiene un lenguaje provocador y desconocedor de una realidad que poco a poco tiene que asumir la sociedad colombiana. El Presidente Santos hace rato no utiliza ese lenguaje, porque reconoce y acepta una realidad política que se desprende de las conversaciones de paz. Y no de las últimas sino desde las del Presidente Betancourt, e incluso desde la época de Guillermo León Valencia, primer mandatario en aceptarlas aunque no se hayan realizado.  
Y esa realidad, que Uribe y su cauda quieren desconocer, es que las Guerrillas, desde el momento en que son aceptadas como interlocutores válidos en conversaciones de Paz, tienen el estatus de adversario legítimo del otro bando en conflicto: El Estado y su gobierno, cualquiera que sea. Porque la realidad política y militar del país no cambia con motivo de unas elecciones presidenciales ni con el cambio en el nombre del ciudadano que ocupa la Primera Magistratura. Al desconocer esa legitimidad, el Ex Presidente Uribe no sólo mantuvo una guerra fratricida sangrienta sino que se puso por encima de la Ley y de la Constitución. Y eso es Traición a la Patria o, por al menos, motivo de Juicio Político en el Congreso. Que no se haya sugerido el tema se debe al poder político de Uribe y a su influencia en la sociedad colombiana, cansada de la guerra tanto como de guerrillas y paramilitares, e influenciada por una prensa que respalda sin beneficio de inventario la guerrerista política del ex Presidente.
Un militar de alta graduación es Objetivo Militar para las FARC o para el ELN, tal como son Objetivos Militares los mandos guerrilleros, algo que el Ejercito Nacional ha entendido, obrando en consecuencia: persiguiéndolos, apresándolos o matándolos, ya en combate abierto, en emboscadas dentro del territorio nacional, o en operativos militares fuera de las fronteras, con premeditación y alevosía irrespetuosa, como ocurrió con el bombardeo en territorio ecuatoriano del máximo jefe de las FARC, Raúl Reyes.
De modo que alguien, el Presidente de la República, por ejemplo, debería explicarle al Ministro de Defensa que lo del General Alzate no fue Secuestro por parte de Terroristas, sino captura de un objetivo militar por el adversario legítimo, y conminarlo a que se abstenga del lenguaje guerrerista que le ordena utilizar el ex Presidente Uribe. O que le presente la renuncia, que sería lo mejor para “desescalar” el lenguaje del conflicto, tanto como se ha ofrecido “desescalar” las operaciones militares de ambos bandos.
En buena hora, la irresponsable indisciplina del General Alzate, que le ocasionó una baja a todas luces deshonrosa, o el acto conspirativo al cual accedió, sugerido, incitado y manejado a distancia y mediante operaciones de inteligencia militar que le son obedientes, por el Ex Presidente Uribe, no tuvo consecuencias trágicas, y fue superado por la buena voluntad y la sagacidad política de las FARC, más el ánimo conciliador del Presidente Santos, que vieron clara la componenda destinada a boicotear el Proceso de Paz y no incurrieron en excesos que hubieran dado al traste con las Conversaciones de Paz.

Si ello no se percibe como verdadera y sincera voluntad de Paz por parte de las FARC, es porque el ánimo guerrerista del Ex Presidente Uribe ha inficionado en exceso la mentalidad del colombiano medio. Ya es tiempo de que la nefasta influencia de ese personaje, cese para bien de Colombia y del futuro de América Latina.

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