martes, 3 de febrero de 2015

De soberbias y remedios

Testigo curioso desde hace casi siete décadas del acontecer mundial, sobre todo en los últimos años en que la globalización de las comunicaciones, la radio y la televisión en vivo y en directo desde casi cualquier rincón de la tierra, más las actuales redes sociales que han acercado distancias hasta volver familiares a los antípodas, no es difícil analizar, si se tienen las herramientas de entendimiento e interpretación de esa realidad, es decir, la posibilidad de conocerla y la capacidad cultural de comprenderla, el espectro geopolítico y económico del mundo actual. Y la conclusión que me permito extraer es que estamos en manos de la Soberbia.

Estamos en manos de la Soberbia imperialista, económica y militar de los EE UU, con seguridad la peor y más dañina de todas porque concentra el verdadero poder: el poder del dinero y de las armas de destrucción masiva, es decir, es la soberbia de la desigualdad, de la avaricia y del Terror.

Pero hay otras que conspiran para hacer del mundo un infierno de amenazas y de miseria tanto económica como ética, intelectual y mental. Estamos sujetos a la Soberbia intelectual de Francia, muy bien representada por los “periodistas” de humor de Charlie Hebdo, para quienes no hay límites en su desprecio por todo lo que no esté de acuerdo con su interpretación particular de la vida y de la realidad. Diría que son la exégesis del pensamiento volteriano, convertido en arma de agresión intelectual, no de crítica a su sociedad como proponía el filósofo parisino; en manos de la soberbia política inglesa, que moribunda y todo aún pretende imponer al planeta, por intermedio de su hijo más aplicado y cómplice de sus pataleos históricos, su concepto de Democracia elitista y excluyente; en manos de la Soberbia expansionista alemana, que pretende ampliar de nuevo su Espacio Vital a caballo de la OTAN, el brazo armado de la geopolítica occidental; en  manos de la Soberbia religiosa española, cuya extrema derecha sigue queriendo catequizar al mundo imponiéndole sus códigos moralistas caducos, alejados de la realidad; en manos de la soberbia sionista que mantiene su espuria pretensión de pueblo elegido que puede y tiene derecho a esclavizar y martirizar a las tribus vecinas que su dios les entregó para su explotación y disfrute.

En fin, estamos en manos de la Soberbia del Poder en sus distintas formas y manifestaciones, todas ellas dirigidas al único objetivo de dominación, explotación y control de los recursos del planeta, que son de la humanidad toda y no de sus accionistas mayoritarios, que son paradójicamente minoritarios.

¿Cómo enfrentar esa soberbia con posibilidades de triunfo sobre la degradación y la codicia? Creo que la semilla germina en el mundo subdesarrollado, sobre todo en América Latina, mundo cansado de la explotación, de la esclavitud, de la miseria impuesta por el poder colonial, económico y tecnológico. Aquí estamos cultivando una planta a la que tendríamos que abonar con persistencia y resistencia, y con valor para que crezca. Y no para que se imponga como una soberbia más, sino para que se ponga de pie, en igualdad de condiciones, frente a la soberbia del norte, con la única arma válida para que valga la pena hacer de este un mundo mejor para todos. Incluso para los soberbios que lo quieren destruir: la dignidad humana, que está por encima de la soberbia política, económica, religiosa, militar e ideológica.

Porque, tal como están las cosas, si no imponemos nosotros la dignidad humana a la soberbia imperialista, otras soberbias nos pueden agarrar con los calzones abajo: la soberbia de Oriente, por ejemplo, que tiene muchos años dormida y se está despertando.


Será dura tarea porque adentro tenemos enemigos que forman filas ante la Soberbia occidental, pues piensan que la Dignidad no es higiénica. Pero hay que hacerla. Alguien tiene que hacerla.

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